Toda una larga jornada, pensando que lo del 24 fue un espejismo. Desesperante.
Ya han pasado dos días; tres con el de hoy
Esta mañana han llegado los cobradores de impuestos, usureros, vendidos, a robarnos las ovejas Los romanos a su alrededor, protegiendo el honor del Cesar.
De un golpe, uno me ha tirado al suelo.
Al tiempo un romano a caballo, provocaba a mi hijo, rodeándolo con el animal, impidiéndole acercarse a ayudar a su padre. Intentando que se rebelara.
Yo miraba su vena, la del cuello de mi hijo, la de la ira. Se iba hinchando
Desde el suelo, rezaba para que se rebajara, nunca la había visto tan roja.
Pero él, mi sangre, ha aguantado sin responder.
Algún día devolverá el golpe, y esos bestias aprovecharan para segar antes de hora su días. Solo pensarlo, tiemblo.
El viento soplaba frio, con fuerza.
Hoy no ha sido un buen día. Especialmente triste después de las esperanzas que nos habíamos hecho. Quizás lo de esa noche, fue cosa de un momento, de un sueño.
La necesidad de creer que vendrán días mejores. Son malos tiempos para la gente trabajadora y pacifica
Al atardecer, volviendo a casa, sin mediar palabra, nos hemos entendido.
En lugar del atajo, hemos seguido el camino largo, el que pasa por la cueva
Solo para preguntar a José si necesitaba comida o mantas, sin querer molestarlos
No sabemos en qué momento María ha aparecido con el Niño. Lo ha depositado entre los brazos de mi hijo
El Bebe ha alzado la mano para rozar su vena aún hinchada.
Nos hemos quedado contemplándolo.
Al reemprender el camino, el odio ya no estaba.
Al llegar a casa, su madre dice haber visto bendiciones enredadas en el cabello de nuestro hijo.