domingo, 20 de septiembre de 2020

Horizonte

Una vez al mes, el primer sábado, zarpa un barco destino a América. 
El sol lo sabe. Tanto tiempo separado de la luna, apenas coincidiendo con ella , lo ha vuelto especialmente sensible a las separaciones. Por eso intenta ganar tiempo para las despedidas  Esa mañana amanece lento,  desplazando suavemente  la oscuridad.  Es cuidadoso con sus rayos. Ilumina, acaricia, acoge y calienta,  no deslumbra ni quema. 
El muelle, se va cargando de gente, familias, vecinos , grupos de niños. Entre los que se van, hay llantos, abrazos sonrisas. A un lado, un chico solo Nadie ha venido a despedirlo porque no tiene a nadie que vaya a echarlo de menos. Sin unas manos que añoren las suyas ni una mente que se pregunte cada noche donde estará durmiendo Nadie rezará por él? Las pocas pertenencias van en un saco que carga al hombro Miro con respeto el barco. Intenta no pensar en el agua, su profundidad, el mareo, pánico a caer al mar.... Se esfuerza por concentrarse en la nueva tierra Caminando al acceso al barco, se cruza con los  otros pasajeros que están despidiéndose de sus familiares y amigos Un pinchazo muy fuerte hiere su  corazón. Rápidamente dirige su mirada al suelo, no quiere ver, no quiere sentir. Intenta pensar ... pensar en nada.   
Ya van subiendo

Natalia se aparta del grupo, camina a lo largo del muelle buscando un espacio despejado. Un poco más allá una familia se despide de dos varones Los conoce, viven dos casas mas allá de la tía Francisca. El hijo mayor de la familia junto a su tio, hermano del padre, parten buscando un futuro para todos, con la esperanza de volver pronto a recogerlos  Son unos quince, que mezclan llantos, risas, consejos, abrazos, miradas.... Un gesto del padre, los últimos abrazos y se dirigen todos a la plataforma por donde subirán al barco. Espera que se vayan y se apropia de ese espacio vacio. Apoyada  en la valla repasa con su mirada repasa el barco Grande, enrome, repleto de historias.  No quiere mirar a lo lejos, pero sus ojos se le escapan  al horizonte, ese tras el que se esconde una tierra mágica.  Aun sabiendo que no es posible ver tierra, sus ojos se empeñan en escudriñar a lo lejos. Pero el horizonte, celoso de su misterio, no muestra ni una migaja de ese otro universo. 

Quisiera volar, alejarse de este muelle, de la ciudad , de las desilusiones y fracasos que pesan y por la noche no la dejan respirar. Confía que todo ese peso no podría soportar el viaje, y llegaría al nuevo destino, ligera , vacía con espacio para nuevas ilusiones. 

Desde lo de Alberto, su vida ha quedado  sumergida en una niebla espesa, densa , perpetua, sin luces ni chispa de ilusiones. No consigue eliminarla. Al contrario, empieza a encontrar un placer mortífero en pasear los pensamientos en la tóxica bruma   No encuentra salida, quizás escapando , lejos....... 
Sueña con despertar sonriendo, caminar bajo la lluvia cantando, estirarse en la hierba primaveral y dejarse acariciar por el sol
El astro la mira. Recuerda sus risas, su frescura, sus canciones. Duele verla tan triste.  Intenta distraerla esparciendo brillos en forma de sirenas, sobre las olas. Los ojos de Natalia se van llenando de agua, en pocos segundos caerá la primera lágrima. Tres ,dos uno.... Una enorme gota se desprende y baja acariciando sus mejillas. Cae sobre el mar, ese que la llevaría a la nueva tierra. 


2 comentarios:

  1. Me recuerda este texto que el mar no tiene memoria. Los continentes sí. La protagonista parece tener Fe y Esperanza, y leyendo uno desea que así sea.
    Creo encontrará nuevo puerto anímico y un Nuevo Ecbatana donde posar sus pies y seguir. También es extremadamente melancólica la imagen del niño solitario.
    Recibe Un Cordial Saludo Dominical.
    j u a n

    ResponderEliminar
  2. Zarpemos en la Barca de Pedro, en este tiempo de lágrimas. Abrazos fraternos.

    ResponderEliminar