domingo, 26 de febrero de 2023

Reverenciar

Atardecer de domingo. Coches que paran y descargan bolsas, y niños y mayores y bicicletas. En el bar de la esquina dos mujeres de treintaitantos escuchan a una tercera explicar las excentricidades de su jefe. Para explicarse utiliza todo el cuerpo: la boca, los brazos, el cuerpo, los hombros, los dedos... En la mesa más apartada, un matrimonio mayor intenta levantarse. El la coge del brazo , ella se incorpora apoyandose en la silla. El asiento se mueve, ella se tambalea, la silla se cae El anciano la agarra por los hombros y consigue ladearla para que caiga sobre su silla. Otra vez sentada. Ella se muestra enfadada. Habla, refunfuña, critica y le echa la culpa de ser vieja al caballero. El aún la sostiene, pero ella con un movimiento brusto se zafa de sus brazos, se remueve en la silla, le increpa. El, tranqilo, da la vuelta a la mesa y recoge la silla caida Vuelve a su sitio y se sienta. Ella sigue quejándose. El intenta tocar su brazo, ella lo aleja con un manotazo, Sin que nadie lo vea, él acaricia la mesa, mira hacia arriba, tropieza con mi vaiven pero salta por encima y sigue su mirada volando hacia el cielo. Son breves segundos, enseguida vuelve a mirarla a ella. Y allá en la cúspide del universo, su mirada ha dejado una caricia de infinita ternura que durará eternamente, Su amor es indestructible, porque su médula está hecha de materia más antigua que el universo

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