jueves, 5 de agosto de 2010

Cobarde

Le llamé cobarde. Y todo cambió.
Viendo hoy su ataúd con un ramo de flores,  lo primero que me venía a la cabeza era ese primer encuentro.
Fui a verle hará unos diez años,  para preguntarle lo que la iglesia decía sobre mi situación.Yo ya había leído en prensa lo que opinaba la institución pero  quería oírlo de la fuente directa, de un sacerdote.
Él dio vueltas y vueltas y no se atrevió a tocar el tema de forma clara.
A la media hora, no pude más y  fué cuando la palabra escapó de mi boca, con fuerza,  "cobarde".
Para oír evasivas o palabras bonitas, me hubiera ido al otro cura. Ese que dicen que paga prostitutas a los que salen de la cárcel o que absuelve sin confesión de temas para los que no está autorizado. No. Yo quería a un cura de verdad, que representara a la iglesia. Y sobretodo a alguien que me tratara como una persona, como a un hombre hecho y derecho.
En ese momento no pensé en su debilidad sino en mi ofensa. Y le solté  todo. Por qué no me trataba como a sus feligreses, planteándome la doctrina tal como era, dura y difícil de entender, inalcanzable el practicarla, pero posible para Dios ¿Acaso él no me creía digno de recibir la fuerza de  Dios? ¿O no creía a Dios tan poderoso como para ayudarme?
Se paró un momento. Me miró a los ojos. Me pidió perdón y preguntó si podíamos volver a empezar.

Y yo salí ganando  Lo que en prensa se refleja como severidad en las normas, en sus palabras se siente como  un camino difícil, bien definido, estrecho pero lleno de ternura y acogida.
Me dejó muy claro que pase lo que pase, Dios lleva siempre mi nombre grabado en la palma de su mano; así como tatuado.
El cariño de ese día me marcó.
Al enterarse de como mi madre sufría por mi, se ofreció a hablar con ella. La visitó muchas veces,  expresando en palabras lo que ella ya intuía, que a los hijos siempre se les quiere aunque sus actos duelan; y que eso era muy bueno.
En su fallecimiento, estuvo allí, acompañando y ayudando.
A  pesar de su cercanía, yo no he cambiado. Sigo viviendo con Eduardo.
Él, sabiéndolo, me dijo que nunca dejara de hablar con Dios. No podía dar catequesis ni comulgar ni, ni, ni, ....  pero rezar era, como para todos, para la supervivencia, casi una obligación. Y que seguía rezando por mi conversión.
Ahora él estará cerca de Él. Y yo seguiré rezando para que me dé luz y fuerza.

5 comentarios:

  1. Un post interesante, sobre amor y verdad. Que muestra que es cobarde tanto uno como el otro. El primero por no atreverse a "mortificar" al otro con todo el peso de la verdad y el otro que una vez conociéndo la verdad no da un paso para cambiar.

    Felicidades por tu blog! Me encanta tu estilo de compartir!

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  2. Gracias por pasarte por aquí y comentar.
    He pasado por el tuyo y me gusta mucho la sección de puertas falsas. Hay tanta gente que busca la solución en acciones que lo que hacen es complicarles aun más la vida.
    Respecto al post, quiero imaginar un final féliz. El primero rectifica gracias a la ayuda del segundo. Este último al final también, gracias a la intercesión del primero. Y en la conversión de los dos, Dios.

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  3. Miriam.otravez tengo que agradecerle que haya vuelto a mi blog que me cuesta sudores porque mi comunidad cada día está más limitada y no puedo hacer las cosas como quisoera.
    Le ruego me escriba a mi correo.sor.ceciliacodina@gmail.com
    gracias, voy con patinetes o mejor con alas jeje!!!!
    Con ternura
    Sor.Cecilia
    He leído un poco su post, pero no llego a todo, no se de dónde sacar tiempo

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  4. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  5. Hola. Valor, Luz y Fuerza, sobre todo VALOR. Gracias hermana.

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