sábado, 9 de noviembre de 2013

De pequeños y de mamas

El pequeño de año y medio ya está cansado. Ha jugado, ha corrido detrás de sus hermanos, se ha sentado y se ha levantado. 
Mientras sus hermanos recitaban, él se ha quedado sorprendentemente quieto y callado. A la que acaban, yo aplaudo y él se arranca a aplausos y risas. Como si aplaudir fuera su parte del recital, mientras aplaude, va mirándonos orgulloso de su papel.

Qué increíbles son los niños pequeños, que asumen el papel que les toca, por insignificante que sea, con tremendo orgullo y dedicación

Ahora, ya cansado, busca a su madre. No quiere el sillón, ni la cama, ni siquiera el móvil que siempre le apasiona o una peli de pocoyó.  Él quiere a su madre.
Está como atrapado entre la mesa y el respaldo del sillón, con una silla a un lado y otra al otro. Simplemente con empujar la silla o pasar por debajo (es una silla de patas largas), podría llegar a su objetivo, a los brazos de mamá. Pero está tan cansado que se bloquea, y se queda de pie, parado entre quejas y llantos.

Qué vulnerables son los pequeños cuando están agotados. 

  
                                 

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