jueves, 13 de marzo de 2014

Haciendo las Américas

El novio de su bisabuelo había viajado a  América a "hacer las Américas". Ella quería casarse ya, y correr, o  volar, o mejor dicho, navegar y llegar a su lado lo antes posible. No recuerdo muy bien por qué, no quedaba bien que ella realizara un viaje tan largo y en barco, siendo soltera , así que se casó por poderes en España, y  viajó, ya como casada, al encuentro de su ya marido. En la boda, el chico que representaba al novio, llevaba un sombrero del futuro marido, para que quedara bien claro que no era él el que se casaba ( y es que en éstos trámites por poderes, todo tiene que quedar clarísimo je je ) 

El viaje en barco duraba semanas. Aunque se intentaba amenizar e iba con gran ilusión, no dejaba de ser una experiencia llena de incomodidades, incertidumbres ( ¿y si no llegaban?), peligros y molestias. Si en el siglo XXI, en los cruceros, hay personas que se marean y lo pasan fatal, me imagino que hace un montón de años, con una tecnología menos avanzada y menos medicamentos, mantener la sonrisa cada día era toda una odisea. Además, cuanto más dura un viaje, más fácil es que empiecen a surgir los roces, el agotamiento, las riñas, los vicios y defectos, y que la sensibilidad se vuelva aún más sensible.   

Pienso en esas familias, que viajaban a América , con el billete más barato, en condiciones desastrosas, pero llenos de esperanza por llegar al nuevo mundo 

Eso es la cuaresma. Un viaje en un barco del siglo pasado. Unos días en los que afloran nuestras debilidades y flaquezas, en el que desconectamos de gran parte del gran mundo, para intentar concentrarnos en lo importante. Unos días en el que debería ser más fácil ver al hermano, al vecino , al compañero o al desconocido. Acercarse a él, escucharle, compartir. Porque hacer el trayecto juntos, es un regalazo (aunque a veces no lo sintamos así). 
Momentos en los que podemos concentrarnos en crecer, en pensar en todo lo que vamos a recibir cuando lleguemos a casa, cuanto nos hemos hecho rogar para emprender el viaje, cuantas pegas y trabas hemos puesto, quejas injustas dirigidas a quien lleva toda la eternidad deseando que lleguemos, y sobretodo en Quien nos ha preparado la bienvenida .... y cuanto le ha costado. Un viaje complicado pero lleno de esperanza, en el no solo es posible, sino que lleva en su esencia la felicidad.
 
Y como el novio nos quiere demasiado, va y se cuela también en el barco ;O) 
  
                   

2 comentarios:

  1. Que gran metáfora!!!! me ha encantado esta forma de eplicar la cuaresma. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Me hiciste pensar en mi bisabuelo, que vino de su tierra catalana a estas tierras peruanas. Viajó solo, acá encontró el amor en una peruana con la que vivió muchos años y tuvieron ocho hijos.

    ResponderEliminar