Hacía casi tres meses que no veía a Cristina. La última vez que coincidimos, ella iba del brazo de su marido y no paraba de sonreir.
Pasaron las navidades fuera de casa, lejos de sus padres, hermanos y familia, pero al lado de su pequeño. Se estrenaban como padres de un niño de dos años. El día del juicio, Cristina amaneció nerviosa y cansada. Cuando les dijeron que sí, que aprobaban la adopción del niño, el cansancio desapareció, y todo en ella eran risas y lágrimas y más sonrisas, abrazos y esperanzas. Jose, su marido, solo callaba y estrujaba a Cristina en un abrazo fuerte, muy fuerte.
Desde que volvieron, no hemos podido quedar. Su principal objetivo, es , tal como tiene que ser, querer mucho al pequeño y facilitarle la adaptación a su nuevo entorno.
Hoy la he vuelto a ver, está de baja maternal e iba paseando con la pequeño. El niño es precioso, expresivo y aunque parece muy bueno, su madre dice que es algo tremendo.
Cada noche, me cuenta Cristina, ella y Jose rezan por el pequeño. En sus oraciones también incluyen la madre y el padre biológicos de su niño.
Y así ese niño, a través de las oraciones de sus nuevos padres, va agradeciendo a su padre y madre biológicos, de forma práctica y efectiva, el don de la vida.
Bien por ese niño y la amorosa familia que tanto lo esperó.
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