martes, 31 de agosto de 2010

Gracias a Dios por los sacerdotes

Acabamos agosto y con el mes finalizan las historietas de este blog sobre los apreciadísimos sacerdotes

Sólo falta, de corazón dar ....


Gracias a Dios por los sacerdotes




Y muchísimas gracias a los sacerdotes por su entrega
                          * por su apoyo
                          * por acercarnos al Señor
                          * por su amistad
                          * por acompañarnos en la lucha
                          * por la paciencia
                          * por mostrarnos   la Verdad



                               Por todo ... gracias

Si quieres, puedes  dejar en los comentarios un "gracias" dedicado a  los sacerdotes
Que tengas genial semana¡


lunes, 30 de agosto de 2010

Vísperas. Revuelo de pensamientos

Las calles desiertas. Todos están en sus casas, en pleno revuelo: abrazos y risas, recibiendo a la familia que llega de lejos, comentando las novedades, preparando la cena, compartiendo fotos y en algarabía de sentimientos.
Vísperas de fiesta. La iglesia en silencio, casi vacía. Unicamente el sacerdote, solo, sentado en segunda fila, hablando con el Señor en el sagrario.

Lleva  unos escasos meses en el pueblo. Cuantas veces rodeado de gente, ha suspirado por estar así, a solas con su Señor. Hoy en cambio está cansado y triste, y la presencia del Señor parece no saciarle el alma. Agradecería un poco de compañía de los feligreses, de su apoyo. Son cosas del corazón que a veces a pesar de estar lleno, tiene sensación de hueco.

Se oye un ruido La puerta de la iglesia se abre. Levanta la vista y su mirada se cruza con el sagrario. En su puerta, trazado en sombras, aparece la silueta de un hombre con un ligero brillo a la altura del corazón. Por un momento un sobresalto, seguido de una sonrisa. Ha sido un juego de luces y sombras, la claridad ha entrado en el momento preciso por los recovecos necesarios, dibujando en claroscuros la imagen sobre el sagrario.
Sin darse cuenta, el alma, en un instante, se siente llena.
Un nuevo susto. La voz de Marcos, el pequeño de los Torras que le llama a grito limpio, desde la puerta de la iglesia. Se acerca. Viene de parte de sus padres a invitarlo a cenar a casa. Le sale del corazón darle un beso en la frente, pero decide comerse el gesto y darle un palmada en el hombro agradeciéndole la invitación. Llegará puntual a las 21h.

La enorme difusión que se ha hecho del perverso mal de unos pocos, le impide expresar el sano cariño que tiene a los pequeños.  Cualquier gesto puede ser mal interpretado y juzgado sin derecho a defensa, por cualquier desconocido con ganas de guerra. Está bien, muy bien, que la gente incremente la prudencia, sobretodo en la protección de los más indefensos Pero de eso a condenar de entrada a todos los maestros, sacerdotes, pediatras, canguros, conductores y monitores, hasta que se demuestre que son inocentes ....  eso  cansa.
Marcos se va. Se cierra la puerta de la iglesia y  los rayos del atardecer se quedan fuera. La sombra de la imagen del Sagrado Corazón sobre el sagrario se desvanece.
El alma sigue colmada de afecto.
Ha sido Marcos, la puerta, el astro, sus rayos, el reflejo dorado de la medalla, la imagen y el momento. Todo necesario, todo prescindible.
Ha sido Alguien que le ha permitido percibir por un momento la realidad. Y la realidad es que, aunque a veces no lo sienta,  está repleto de amores. Está de Amor lleno.

domingo, 29 de agosto de 2010

JMJ MADRID 2011

Del mensaje del Santo Padre Benedicto para la  XXV jornada mundial de la juventud

" En este Año Sacerdotal, os invito a conocer la vida de los santos, sobre todo la de los santos sacerdotes.

Veréis que Dios los ha guiado y que han encontrado su camino día tras día, precisamente en la fe, la esperanza y el amor.

Cristo os llama a cada uno de vosotros a un compromiso con Él y a asumir las propias responsabilidades para construir la civilización del amor.

Si seguís su palabra, también vuestro camino se iluminará y os conducirá a metas altas, que colman de alegría y plenitud la vida.

Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, os acompañe con su protección. Os aseguro mi recuerdo en la oración y con gran afecto os bendigo."

Vaticano, 22 de febrero de 2010

sábado, 28 de agosto de 2010

La gruta

Son pasadas las doce y las estrellas titilan sobre el cielo casi negro.
Nos acercamos a la gruta para rezar. El día ha sido caluroso, la noche es fresquita y el río suena lejos, guarda silencio al lado de la cueva. La gente, menos numerosa que durante el día, va y viene a paso pausado, tranquilo y hogareño. Como el que se desplaza por la noche en casa, recogiendo la mesa, cerrando cortinas y sentándose en el callejón, descansando el cuerpo para dejar que el alma se explaye.


A los pies de la imagen unos veinte jóvenes, con sus uniformes de voluntarios, cantan al son de dos guitarras, una canción de buenas noches a la Señora. Se despiden y retiran. Mañana hay que cuidar a los enfermos.
Silencio
Una abuela con su nieto: -Mira la gruta. Allí sobre esa piedra. Allí se apareció Ella.
Murmullos de rosario.
Las velas arden
Le pido por el sacerdote ya mayor, enfermo al que han enviado definitivamente a la residencia. Cree, sabe que esta vez son los últimos pasos hacia el cementerio. Dice que no debería quejarse, que lo cuidan y hay gente que no tiene ni eso, pero algo dentro de él está triste, desecho. Es la última prueba.
La gente pasa por la gruta acariciando la roca, rezando
Murmullos de oraciones
Las velas se van consumiendo
Cuando ya he acabado con las peticiones, y agradecimientos, me quedo en silencio. Delante de donde estuvo la Madre, mi Madre
¡Cuánto la quiero!



viernes, 27 de agosto de 2010

Para ser grande....

En catequesis. Entra el sacerdote para hablar con los adolescentes en una hora de preguntas libres. Los chavales se van soltando y preguntan de todo, desde cómo sabemos que Dios existe hasta si es pecado quedarse con los apuntes “encontrados” antes de un examen o ligarse a la novia de otro.
Yo me quedo con la penúltima pregunta, la de Carlota, terremoto que no ha parado en toda la hora y siempre dispara por donde menos esperas.
- “Y para ser una gran santa, ¿qué hay que hacer?
-“Igual que en las familias o con los amigos, poner mucho cariño en los pequeños detalles, esos que no son obligatorios y parecen tonterías. Evidentemente sin dejar de lado las obligaciones básicas.
- Pero- y ahora el cura se pone serio- como apuntes alto, a gran santa, no sabes la que se te viene encima.” . Habla pausado: “Hay que abrazar la cruz, y con ella el sufrimiento. Ese que esconde grandes gracias. Y mayores amores. Ese que implica aceptar los pequeños martirios escondidos de cada día."
Y dejando entrever una media sonrisa dice muy muy bajito:  “Pero vale la pena”.
Se quedan todos callados y quietos, como si estuvieran congelados.
¡A ver si hablar de la cruz, va a ser la receta mágica para que se callen¡
Treinta segundos de silencio y pregunta Pablo. Al momento todos recobran el movimiento

La siguiente semana Pau, Iñaki, Oriol, Queralt, Salut, Eduardo, Marta, Xavi, Ana, Santi, Bel, Rosa y Carlota, cada uno por su lado, se han acercado para decirme que quieren ser grandes santos.
• A Pau, en su eterna adolescencia, le atraen las aventuras peligrosas y los retos.
• Iñaki, el que lleva a todas las niñas de cabeza, está aliviado porque  ha encontrado como expresar  lo que ya intuía. Si cuando llega su abuelo borracho insultando y ofendiendo, él se pone a la defensiva y le devuelve las humillaciones,  primero se siente satisfecho y luego vacío. Si a pesar de sus desprecios,  se intenta concentrar en quitar los obstáculos de su camino para que no tropiece,  luego le es más fácil dormir tranquilo. Ese momento en el que la herida en el alma duele, dice, es su cruz y la quiere tanto como en el fondo quiere a su abuelo.
• Oriol, el que siempre va con su guitarra, vive por ayudar a los más desfavorecidos y dice que rezando frente a la cruz junto a ellos, los siente más cerca. Es su sosiego.
• Queralt, tan alegre, le tiene terror al sufrimiento pero está convencida que su Amigo no le mandará más peso que el que pueda aguantar. Para ella es casi un juego
• Lo de Salut va de amores elevados. Necesita expresar su querer a los amigos con detalles y regalitos; ellos con cariño y risas le toman el pelo. Este es su regalo al Jefe
• Eduardo aunque siempre sonríe a todos, sufre por salud y colaterales. En la cruz, dice, al fin todo tiene un sentido. Y le proporciona consuelo
• Marta es una relaciones públicas innata. Ha visto en sus tíos infinito dolor y amor tratando a su hijo drogadicto. Y todo eso germinar unas horas antes de fallecer su primo, en un abrazo y un olvido de todas las penas. Siente que valía la pena tanto sufrimiento
• Xavi, encantador y reservado, con un tono de misterio sólo alega que es necesario
• Ana es muy dulce. Dice que ella está cerca de la Mare de Deu, también cuando sufre.
• y Santi, que él sigue a Ana hasta el fin del mundo.
• Bel dice que no sabe como, pero siempre se despista. No se ve capaz de ofrecer nada y cumplirlo. Por eso pide al Señor que le envíe una cruz de peso suficiente para que, sin aplastarlo del todo, le impida alejarse del camino.
• Rosa deportista, estaba fascinada porque en no sé quien ha visto que todo el esfuerzo que implica la cruz tiene asegurado el triunfo. A ella le van las victorias .
• Carlota… Lo de Carlota es un aparte.

Son jóvenes, muy jóvenes. A unos no les da miedo la cruz, otros están aterrorizados, pero todos intuyen que en esa aventura, envuelto en sufrimiento, se esconde un gran tesoro, un Corazón encendido.

¡Qué don  de estos jóvenes que han reconocido tan rápido el amor verdadero!

jueves, 26 de agosto de 2010

Flores, enfados y sonrisas

Cada año a finales de mayo o principios de junio, acudimos a la catedral para colaborar en la celebración de Corpus.

Las tareas son diversas. Unos ayudan en la última fase del montaje de las alfombras de flores, sobre la que pasa el Santísimo. Es la última etapa de un trabajo de meses: decidir el motivo, el diseño, las flores, comprarlas… El último día hay que quitarles con mucho cuidado los pétalos y rellenar los dibujos según los colores, como esas plantillas que coloreábamos de niños.
Otros colaboran distribuyendo folletos para seguir la ceremonia, ayudando en la colecta o acompañando a los sacerdotes en el momento de la Comunión.
Nosotros controlamos los accesos que dan entrada a la zona reservada para autoridades, gente con problemas visuales o auditivos, cofradías y demás.
Me encanta esa labor porque en el tiempo que da una tarde, tratas a gente muy diversa: turistas que preguntan, cofrades que ayudan, personas que exigen, abuelos que explican a los nietos, niños que se pierden, vagabundos que descansan, novios que pasean, curas que vienen temprano, invitados que llegan tarde, amargados que amargan y gente amable que te hacen aún más agradable la tarde..
Hay gente mayor que llegan una hora antes de la Misa y aguantan de pie todo el rato, a veces bajo un enorme sol que insiste en calentar el aire que ya arde. Para “compensar” también asisten personas que llegan ya empezada la celebración y pretenden colarse en la zona reservada. Quieren seguir la ceremonia más cómodamente desde los pasillos vacios, esos que deben quedar libres por si surge una emergencia. Emplean diversas tácticas para conseguir su objetivo: adulan, insultan, amenazan con no ir nunca más a Misa, alegan que ellos van cada domingo, se quejan de unos supuestos privilegios de las personas de la zona reservada, y no paran de hablar en toda la celebración

Recuerdo una pareja de unos 50 años que se puso muy muy pesada. Llegaron tardísimo y directos al acceso. A su vera un par de ancianos aguantaban de pie con su bastón, sus temblores y una bonita sonrisa en la cara; habíamos conseguido asiento para sus mujeres, pero ya no quedaban más libres y tenían que esperar a que alguien se fuera Los de 50 ni los vieron, ellos querían pasar sí o sí.

La situación empezó a ponerse tensa: quejas, prepotencia, amenazas, empujones para entrar…
El movimiento alertó al responsable, un seminarista experto en la organización, que se acercó para intentar solucionar el conflicto. Después de intentar explicarles porque no podían pasar sin que ellos dieran su brazo a torcer, sorprendentemente, los dejo pasar. Me enfadé mucho con él, y en un tono sarcástico le comenté que era genial como nos desautorizaba además de no pensar en la gente que llevaba esperando pacientemente de pie un buen rato.

Me empezó a explicar que no éramos guardias, sino colaboradores, pero una llamada por el walkie lo hizo desaparecer

Pasó un año. Otra vez Corpus, otra vez en el mismo acceso, el mismo seminarista responsable y personas supereducadas esperando que quedara un sitio libre para poder pasar. No fue la misma pareja sino tres señoras mayores, las que montaron el numerito por querer entrar, saltándose la espera.

Llegó el organizador y se repitió la escena: unas palabras, ellas que no acceden a razones y él que las deja pasar. No dije nada, pero me fue imposible esconder mi mirada asesina. Él se paró, cerró el walkie y me habló en tres minutos de Corpus, de respeto, misericordia, solidaridad, paciencia, fortaleza, benevolencia, confianza… Caridad La verdad es que no recuerdo exactamente que dijo, pero sí sé que consiguió que captara algo de la esencia: la diferencia entre segurata y colaborador, instrumento y finalidad, medios y objetivos, normas y caridad.

No sé si lo he entendido muy bien, pero sí me ha quedado claro que tengo que trabajar para encontrar el equilibrio entre la norma necesaria para la convivencia y el corazón grande.

Y he de reconocer que contra todo pronóstico ni la primera ni la segunda vez, nadie de los que se quedaron fuera, dejó escapar ni una pequeña queja.

El seminata es ahora un gran sacerdote.


miércoles, 25 de agosto de 2010

Predictor. Historia verdadera.

De ese bautizo salimos todos mojados. Los ojos lloraban y los labios sonreían. Y a más sonrisas, más llantos; de nervios, de gracias, de alegría.

Meses antes, le daban a la mamá al mismo tiempo, dos noticias distintas: una nueva vida crecía en su vientre y una enfermedad letal se desarrollaba en su pecho.
Cinco consultas a cinco médicos distintos y todos repetían la misma idea. Con voz firme o suave, distantes o cercanos, todos lo mismo
-"Antes de medicar a la madre, hay que deshacerse del embrión"
-"No actuar eliminando el embarazo implica la muerte de los dos, madre y feto. Hable con la enfermera y ella le dará una lista de los centros en donde puede interrumpir el embarazo"

La muerte siempre asusta; cuando estas embarazada además marea; si tienes tres niños ya en tierra, aterroriza. Un montón de pensamientos horrorosos le daban vueltas y vueltas sin poder pararlos.
Era cruel enviudar a su marido y dejar a los chavales huérfanos Pero también era impensable hacer desaparecer al más pequeño. Para él, el padre, era tremendo tener que firmar la sentencia de muerte de su mujer, aquella a quien prometió cuidar "hasta que la muerte nos separe".

Se acercaba la Navidad, y la alegría de la calle parecía una broma pesada en contraste con su angustia.
La cabeza aturdida, el alma atrapada y el corazón desangrándose. Y la enfermedad que seguía avanzando, sin darles un respiro para pensar, para coger aire.

Un amigo cura les escuchó, rezó con ellos y les recomendó una clínica católica, del norte.
Fueron inmediatamente, el tiempo corría en contra. Allí les dieron otra opción; la opción. Cirugía ya, quimio a partir del tercer mes, seguimiento continuo y esperanza.
Qué valioso es tener quien te ayude a enfrentar los miedos, ciertos o inventados, y tomar la decisión correcta.


Han pasado dos años.
Aquella hermanita por quien papá dijo que rezaran, es un terremoto. Se acerca silenciosa gateando a sus construcciones y las derriba, como una pequeña King Kong, pero en princesa.
Cada aniversario, niños y padres, ofrecen una Misa por los médicos que apostaron por la solución adecuada y salvaron la vida de las dos reinas de la casa. Piden también por las embarazadas.
Y por el cura que les acompaño en su angustia,  los supo orientar y rezo con y por ellos.

A la pequeña Teresa, por quien rezamos tantísimo antes de verla y a sus padres y hermanos que lo arriesgaron todo y confiaron.

martes, 24 de agosto de 2010

Carritos en la calle 2/2


Así es Nacho, pero ahora de cura, blanco y negro y dedicado cien por cien a sus anhelos.

Sigue hablando con la gente de la calle, pero algunos al identificar su entrega, le insultan, se burlan y le gritan. O se acercan zalameros para sacarle dinero, y una vez conseguido, desde lejos, le escupen. Otros le tratan con respeto y le ofrecen lo poco que tienen sea comida, una silla o el trocito de sonrisa que rescatan de una vida de tormentas.

Nacho dice que aunque parezca lo mismo, ahora es distinto. Ahora representa al Jefe, y los distintivos le ayudan a no olvidar a Quien representa y de Quien recibe su capacidad de ayudar. Y sobretodo a Quien lo debe todo. Ya no es él el que actúa. Yo, con ese lío de palabras, no le entiendo.

Sólo sé que cree en lo que hace.
Escucha a quienes nadie hace caso, con infinita paciencia. Sin cansarse de historias tristes, sea la de una madre abandonada, un crónico o alguien a quien se le ha muerto un cactus. Y nunca, nunca jamás dice a nadie que sus penas no son importantes o su dolor es pequeño. No juzga, no obliga; tampoco  les miente. Se acerca a los corazones, poco a poco, para no hacer daño.

Nacho simplemente  quiere. Quiere hasta que le duele

Le veo feliz. Algo envejecido, pero contento.

lunes, 23 de agosto de 2010

Carritos en la calle 1/2

Vivíamos a dos manzanas.

Recuerdo una tarde, volvíamos del cine los cinco del barrio, cuando pasamos al lado de un mendigo. Grande, gordo, con un montón de ropa a capas;  en los pies, calcetín sobre calcetín y al final unas destrozadas zapatillas rojas. Estaba sentado en la acera con  un carrito lleno de cartones y  objetos varios a un lado, al otro  un perro.  

Nacho se paró,  le preguntó por el perro, por él, si tenía hambre o necesitaba una manta, escuchó su historia. Los otros cuatro esperábamos a un lado, como si aquello no fuera con nosotros. Fue a buscarle un bocadillo de jamón y queso en el bar de la esquina, junto con algo para beber y nos animó a que mientras él conseguía el alimento, nos acercáramos a escucharlo y hablar con él. Así supimos su historia y el por qué no iba a ningún albergue.  No podía entrar con su carrito, le obligaban a dejarlo fuera. Como las normas sólo le permitían dormir allí tres días, al cuarto, se encontraba otra vez en la calle y sin sus pertenencias; no le compensaba. Aquel día entendí que ellos también tenían una vida.

Así era Nacho, sin miedos, desbordante de cariño, tratando a todos con el mayor respeto. El relaciones públicas del que se enamoraban todas las chicas que caían por el grupo y del que todos los chicos querían ser amigos.

domingo, 22 de agosto de 2010

Va de manos

      
Las manos nos permiten comer, agarrar, transportar. Son geniales para transmitir, gesticular, comunicarnos por signos con los que no pueden oír y a los ciegos les permite leer y sentir el mundo que tienen alrededor.
Con las manos se puede expresar la belleza de la vida pintando, escribiendo, esculpiendo, bailando o tocando instrumentos. Ellas son las que permiten al arte expresarse, comunicarse.

Las manos pueden medir, estudiar materiales, y dar una idea de la humedad, temperatura, rugosidad de lo que nos rodea

Ellas son las que localizan dolores y curan, tanto las manos de las mamás, los papas como las de los médicos, enfermeras y personal sanitario. También dan masajes



Nos permiten acercarnos a los amigos, a las personas, a los desconsolados...
Las caricias son el movimiento tierno de las manos, la forma que tiene el corazón de expresarse.



Y las manos, algunas manos, pueden  tocar  a Dios en el instante en que baja del cielo.
Transformados  el pan y el vino en Su Cuerpo y en Su Sangre.
Y así acercar  Dios y  hombre y saciar la sed de ambos corazones (Corazón y corazones).
Con gran diferencia, lo más grande e impresionante que pueden hacer unas manos.



sábado, 21 de agosto de 2010

Infinitas gracias

Hablamos de proponer rezar el rosario en grupo. Llevábamos una mala temporada,  David enfermo,  Emma sin trabajo, Montse que pierde a sus padres en un accidente,  matrimonios con problemas.... Ya no nos bastaba rezar cada uno por su cuenta; necesitabamos  rezar en grupo, coordinados, todos por todos 

Enviamos correos electrónicos para que quien quisiera se apuntara un día, de lunes a domingo, a escoger. Un día  en el que se compromete a rezar el rosario por las intenciones del grupo.

El primero en responder, nuestro mossèn. Dice que se apunta, que si nos parece bien escoge el jueves, y que rezar los unos por los otros es gran cosa

A partir de su mensaje, la gente se fue apuntando. Cada uno reza en su día. Cuando tengo una jornada complicada, me apoyo en sus rezos.
Para los curiosos, el día con más gente rezando es el sábado con 10 personas.
El de menos, no sé por qué, es el lunes. Ese día intento portarme muuuuy bien.
Infinitas gracias al sacerdote por apoyar  la iniciativa. 

viernes, 20 de agosto de 2010

Una persona, y luego otra.

Mira que llevo años confesándome. Una media de 18 veces al año. A veces dos, a veces 30.
Y cada vez, cada bendita vez que decido confesarme, voy hacia la iglesia,  cuando estoy a punto de entrar, me entra el agobio, y decido dar una vuelta a la manzana. Incluso  a veces dos y tres. Ando, rezo,  pienso, repaso y ando.
     Al final en una de esas vueltas, al pasar por delante de la iglesia cojo aire y entro. Si me siento al fondo, voy dejando pasar a todos Que si pobre es tan mayor, o tan joven, o tendrá poco tiempo...  y al final no me confieso.
     Lo ideal es ponerme en la cola si hay y si no delante de la puerta del confesionario, así sé que ya no tengo "escapatoria".  Me preparo, pienso en el mal que he hecho, en el daño provocado y en que ya está todo perdonado. ¡Y a que precio! Sólo me piden que lo confiese. Ya queda poco.

    Sale alguien del confesionario, no hay nadie delante mio y entro. Sólo cuando el sacerdote dice "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", entonces yo como que me tranquilizo. Y me confieso
  
    Salgo con los consejos en la memoria, el corazón esponjado, el alma limpia, y la voluntad más fuerte.
    Y ahogada de calor. No sé como aguanta el sacerdote allí dentro. Sin quejarse, metido en un armario-cajón que no debe ser nada cómodo, tantas horas, en un espacio estrecho sin poder casi moverse, con tanto calor, tantísimo calor en verano, respetando las vestiduras de su cargo. Escuchando lo que dices, aclarando y concediendo la absolución. Una persona tras otra. Y siempre guardando absoluto silencio sobre lo confesado allí dentro.

      Bendito sea Dios que nos concede el perdón.
      Benditos sacerdotes que nos facilitan el recibir el perdón de Dios, a costa de horas de cansancio y dolor.

jueves, 19 de agosto de 2010

Como cada jueves

Como cada jueves, haya mucha o poca gente, el sacerdote expone al Santísimo.
Hoy son pocos, tres, pero suficientes. El sacristán, una abuela y su nieta.
A los cinco minutos llega Pablo. Su padre se muere y quiere confesarse. El sacerdote sale con él 

Pasan tres minutos y entra en la iglesia una turista. Mira las capillas, observa el paso de la Magdalena, y delante del Santísimo las rodillas se le doblan. Pide al Señor por su madre enferma. Se va.

Cruza la entrada una pareja. Ella se ha mareado. Buscan un asiento en la sombra y se sientan delante del Santísimo. Él recuerda la ilusión de su abuela ya fallecida porque se casara por la iglesia. Quizás sea una buena idea.

Se desliza en la iglesia un mendigo. Se sienta. Y le regala al Señor su mejor sonrisa.  

Detrás de él se sienta María. Piensa en Pablo. El quiere sólo pasión, un amor sin la rutina del día a día. Pero no es lo que ella soñaba de niña. Decide a partir de hoy, volver a sus sueños de niña, y Pablo que se busque otra  para sólo risas. Será duro. (Ella no lo sabe, pero  el Señor cuida de sus niñas, y sabe que Pablo sale con otra más y tiene dos más en la lista)

Entran cuatro.
Manolo saluda  un momento y se va.
Juana se sienta en el último banco. Le toca llevar a delante a toda la familia y  echa en falta alguien en quien recostar la cabeza, se siente sola.
Berto se sienta delante. Lucha por no alejarse del Señor, y Él lo quiere horrores, porque sabe que su batalla es de las más duras.
Nino entra, agradece sus alegrías y reza.

Pepa y sus dos niños más los tres sobrinos entran, saludan , rezan, encienden cinco velas y se van.

Poco a poco se van todos, quedan los tres primeros

Por la calle Marta pasa en coche por delante de la iglesia. Le envía por el aire al Señor, un gracias por el embarazo.
Vuelve el sacerdote. La iglesia casi vacía.
Piensa que es una pena que sólo haya tres acompañando al Jefe.
Y siente que el Señor sonríe desde la custodia

miércoles, 18 de agosto de 2010

Le duele el dedo gordo del pie

Merendando en la terracita del callejón. Viento, sol y risas. 

No sé como hemos ido a parar a ese tema. Asir comenta que si pensara en volver a practicar, lo más difícil sería dejar la píldora o el preservativo y arriesgarse a quedar embarazada. Aunque Lia no es practicante, le comenta que es un tema de regulación natural…. ¡Genial que esté tan informada!

Al momento Asir salta y Lia le sigue. Que si es demasiado programado, que qué pasa con los momentos de pasión, que eso quita romanticismo a la relación...

Recuerdo cómo lo entendí cuando nos lo explico el párroco.

¿Romántico?- les digo – “Romántico es cuando a Asir le duele el dedo gordo del pie y Nacho que se muere de ganas, se aguanta para que puedas descansar. Eso también es  romántico y tierno”.

Asir ríe. “Ya, ya”- dice – “Entonces tengo que colocar a los dos peques, que Nacho tenga ganas, a mi me apetezca y a Dios no le duela el dedo gordo del pie. ¿Demasiada gente para ponerse de acuerdo, no?

Y nos reímos las tres de esa nueva versión de los métodos naturales.

Demasiada gente, no sé.
Creo que no lo ve  porque para ella Dios es una idea.
Si ella Lo conociera, entraría en su familia, y formaría parte de sus decisiones como lo hacen Nacho y los dos niños.
Yo sé que Cristo es una persona y que nunca pediría algo que no fuera necesario y bueno.

Además que a Dios  un poquito de cariño, no le va mal.
Seguro se derrite cuando alguien se aguanta para así respetar sus leyes. O como dice Lia porque a Él “le duele el dedo del pie”

Gracias al párroco que nos lo explicó.

martes, 17 de agosto de 2010

Extremadamente delgada

Encendió una vela en el altar de La de los desamparados, y dejó junto a la llama una súplica. Era una anciana.

El sacerdote volvía a casa, sobre las nueve, ya oscurecido.
Por las calles del casco antiguo, en uno de los portales, un bulto. Se acercó.
Apenas se veía, era una mujer de unos treinta años, acurrucada, extremadamente delgada; parecía dormida. Pero había algo en su respiración, en el blanco de su cara, en los temblores de la mano... No era un sueño normal
Se acercó al bar de la esquina y pidió que llamaran a una ambulancia. Volvió junto a ella.
La despertó, le cogió  la mano e intentó hacerla hablar. La chica mezclaba palabras, con lágrimas, sollozos y más palabras.
Cuando llegó la ambulancia ella no le soltaba. La acompañó al  hospital, esperó los resultados de las primeras pruebas, no desesperó cuando tardaron en asignarle habitación y cuando todo parecía encarrilado, prometió volver al día siguiente, o sea ese mismo día pero por la tarde.
Se metía en la cama a las 4 de la madrugada.
Había que dormir un poco, para poder celebrar en la parroquia vecina la Misa de las siete.

En el altar de La de los desamparados, la Madre sonreía. Con la ayuda del párroco, había atendido la petición de la abuela.

lunes, 16 de agosto de 2010

Uff, que vergüenza¡

Uff, que vergüenza¡¡

Era casi un ritual; al finalizar la Misa, después de las oraciones básicas, cruzaba la iglesia hasta parase en la en la entrada, como los curas americanos.

Seguía un consejo de un amigo y aunque al principio se sentía raro, había surtido efecto. Era un momento único, de familia. Los abuelos estaban encantados de saludarle y que  alguien se interesara por ellos. Con las parejas con niños activos había que concentrar la conversación en dos minutos escasos. Comentar las canciones con los adolescentes, acercarse a los que venían solos o con amigos, saludar de lejos a los que buscaban la otra puerta para escaquearse, y hacer como que no oyes al señor que, como cada domingo, le pregunta a su mujer:  "pero, ¿qué le digo?".

Saludos, felicitaciones, consultas, de tanto en tanto alguna queja… era un día de vida en familia.

Pero lo de hacía diez minutos, había sido alucinante.

Se le acerca la Sra. Méndez, lo coge del brazo y lo lleva aparte. En un tono supuestamente  discreto pero que se oía por toda la iglesia, la calle y el universo, le lanza una reprimenda Como si tuviera catorce años.

Que si eso no puede ser, tanto ir vestido de cura, hablar de portarse bien, proponer el rosario, confesar…. Y luego… Que lo había visto, en la calle, paseando. Sí, ella con sus propios ojos lo había enganchado. Sin el traje de cura… menos mal. Y de la mano de una chica, en plan pareja. Y además, pelirroja. Un escándalo. Un hipócrita.


Uff, que vergüenza había pasado.

Cuando lo contó en la comida, ¡cómo se había reído Susana¡ A carcajadas,  moviendo su cabeza de un lado a otro. Casi se carga el jarrón de la abuela con su melena roja.
A partir de entonces y hasta el postre, todo giró en inventar situaciones similares.
El más creativo en imaginar historias, como siempre,  Juan,  el novio de Susana, su hermano gemelo.

domingo, 15 de agosto de 2010

Reposo y caricias

     Ella.
     Se ha sentado en una esquina de la cama donde está dormido y le acaricia el pelo; con mucho, mucho cariño, como lo hace con su Hijo.
     El que descansa es uno de esos que lo han dejado todo, absolutamente todo, para apuntarse al proyecto de su Niño. Ese plan tan disparatado, tan de locos, pero que Ella asegura lleva ya el sello del éxito.

           Hay gente que dice que Él  pide mucho a sus colaboradores, demasiado. No cuentan con que también tiene el don de hacer más intensos sus dones. Y a ellos hacerlos grandes, casi dioses. Les pide mucho, les da todo.

            Ella, su madre, lo sabe; siente como su Niño los quiere con locura y jamás los enviaría a  una misión en la que pudieran perder la vida. Los conoce, sabe sus talentos y confía en ellos Cuando sus amigos le reclaman, aunque sea en zonas peligrosas, su Hijo acude a ciegas, poniendo su cuerpo en las manos de sus colegas; con total confianza. Eso Ella también lo sabe, y  también confia en ellos.

           Nada tienen que ver sus familias, ni su cultura, ni su tierra natal, ni su carácter y sin embargo, hay algo en su expresión, la de esos aventureros, que evoca ese rostro tan familiar, tan querido. Quizás sea el tener el mismo empeño o el trabajar tanto tiempo juntos. O tantas vísperas junto al resto compartiendo experiencias y caminos. O el representarlo en paisajes tan diversos.
            El corazón de la Madre se derrite por el apoyo que dan a su Hijo, por ayudarle a extender su empresa por el mundo.
           A veces es fácil;  a veces complicado; a veces parece imposible. A veces se genera un gran cansancio. 
           Entonces Él los envia a la casa de la madre. Y Ella les da alojamiento. Les escucha. Les cuenta las historias vividas de su hijo, las reales, las ciertas. Les da esperanza de la verdadera. Les promete comentarlo con su Hijo.
           Y acaricia su pelo cuando están dormidos

sábado, 14 de agosto de 2010

¿Será tan importante? (2)

Pasaron los años. Cuando me fui a vivir con Ana no le hizo gracia.

Al quedar ella embarazada, le comenté que pensabamos casarnos Pareció sonreir, aunque al mencionar lo de boda civil, frunció el ceño.

Pero ahora, ahora sí está disgustado. Y decepcionado; como si la estuvieramos mal alimentando. Y no entiendo el por qué.

No soy ateo; creo en Dios y en la Virgen. Y en la iglesia también creo ... un poco, siempre y cuando no me agobien.

Yo la bautizaría y le enseñaría lo que a mi me enseñaron, que algún bien sí me ha hecho. Pero Ana se ha enfadado con su padre, y necesita darle el disgusto de no ver bautizada a su única nieta.

Esta vez sí se ha enfadado. Tanto, que se le escapan los relámpagos por la cuenca de los ojos.

Y lo que es peor, detrás de los rayos que se ven y los truenos que aún no se oyen, se adivina un montón de agua, y un corazón desecho.

No lo entiendo, ¿por qué será para Mossèn Pau, tan importante el bautizo de Clara?

viernes, 13 de agosto de 2010

¿Será tan importante? (1)

Que sí, que ya lo sé; soy el primero en reconocer que él ha sido muy importante en mi vida.
A los siete, dió a mis tíos la confianza, el empujón que les faltaba para acogerme en su casa, en vez de enviarme con los tíos de Francia. Les dijo que no tuvieran miedo, a criar a un niño se aprendía con amor. Y para mi sería bueno seguir en el mismo barrio, con los mismos amigos y poder visitar la tumba de papá, mamá y Quique en los momentos tristes.

Cuando le trasladaron me escribía cartas o postales con fotos de animales; él era el único que tomaba en serio mi decisión de ser veterinario.

En la adolescencia, yo con la cabeza hecha un lío, el corazón desbocado, y él siempre allí, dispuesto a escucharme. Allí, o sea en el otro extremo de la línea de teléfono, o de la vía del tren que iba a Valencia; donde fuera, pero estaba.

No era excesivamente protector Más que consejos daba pistas, me hacía pensar, razonar. "Piensa", decía, "que aunque parece que todo está perdido siempre hay esperanza, pero recuerda que pueden quedar cicatrices, unas desaparecen y otras quedan para siempre"

Sin darse cuenta, me dió la confianza de saber que pasara lo que pasara,  estaría allí para ayudarme, encontrar una salida y apoyarme.

Y ahora se ha enfadado.

jueves, 12 de agosto de 2010

Luna de miel

Esperó un par de semanas, y fue a verlo.

Hablaron del día de la boda, de los nervios de la mañana, y de las risas y lágrimas de familia y  amigos. De la profundidad  de la homilía y lo emocionante del “sí quiero”.

Hasta que ella se echó a llorar. No sabía a quien contarlo; se moría de vergüenza, pero el secreto la estaba matando. La ceremonia no había terminado.

Fueron tres preguntas claves, claras y discretas, directas al fondo, sin regodeos ni decorados.

Con las respuestas de ella, los estudios y horas de conversaciones de él y ese viento que siempre soplaba cuando hacía falta y él sabía escuchar, la conclusión era bastante clara.

Y al final un consejo: "Coge tus cosas y esta noche a casa de tu hermana. Si para él es un camuflaje, no te arriesgues a que firme el contrato"

miércoles, 11 de agosto de 2010

Un hatillo, una herida

Hemos comido en el puerto, las tres. Último encuentro antes de vacaciones, aunque el ambiente ya es de descanso.

En la mesa más cercana, un grupo de piel dolorosamente roja, se ríen mientras intentan descifrar un plato de la carta. El viento hace volar su plano de la ciudad; más risas y más gritos.

Las gafas, las de ellos y las nuestras, entonan una melodía visual de únicamente dos notas: cabellos y mirada, siguiendo de forma rítmica el compás marcado por las luces y sombras.

Vemos pasar a un grupo de jóvenes negros. Andan, miran hacia atrás y hacia los lados. Escapan de alguien. En sus manos, en las de cada uno, una gran tela, un hatillo. En sus ropas aún el reflejo de su casa, tierra lejana.

A unos metros tres hombres de uniforme azul y chaleco amarillo. Uno en moto y dos a pie. Trabajando.

El del hatillo a flores se gira para mirarlos. Sigue andando, tuerce un pie y cae. Gesto de dolor.

El de la camiseta roja se acerca, le da los paquetes a un tercero y hace de muleta al herido.

Le dice en voz baja: "Iremos a ver al Padre Michael, él sabrá como curarlo".

Que gran don tener a quien dirigirse, cuando se está herido.

Nosotros comiendo. Los de uniforme ganándose el alimento. Los del hatillo sobreviviendo

Mundos tan cerca en el espacio y tan lejanos en los riesgos.

martes, 10 de agosto de 2010

La lista (2)

¿Nos habremos pasado al no avisarle?


El abuelo ha fijado la mirada en su rostro, ha abierto la boca y para nuestro asombro ha empezado a recitar una lista de apellidos y nombres.

Instintivamente he mirado la bolsa de la medicación, por si pasaba algo raro.

El cura ha sonreído.

El abuelo continuaba con los nombres hasta nombrar García Marques, José María.... el nombre de mi abuelo. Y después ha seguido un par y ha vuelto a parar en González Serrano, Ignacio.

El cura ha sonreído otra vez, ese es su nombre.

Curso tras curso escuchando pasar lista. Eso debe dejar marca, un algo especial que permite que se encuentren setenta años más tarde y se reconozcan. ¡Alucinante!

En seguida han surgido las preguntas, los recuerdos y las anécdotas.

El dinero de la porra queda de bote para la próxima



Han pasado los días.

El abuelo quiso recibir la extremaunción, se recuperó y lo enviaron otra vez para casa. D.Ignacio lo iba a visitar regularmente. Se lo pasaban en grande hablando de travesuras, profesores, asignaturas y compañeros. Sus recuerdos del cole de hace más de medio siglo, son para ellos más reales que el día de ayer o el mañana, y son más cómodos que la propia casa.

Murió 9 meses después.

Como él decía últimamente, en gracia.

lunes, 9 de agosto de 2010

La lista (1)

         ¿Nos habremos pasado?
        
          Quizás le hemos insistido demasiado, pero es que para la abuela es muy importante. Y si no lo conseguimos, es capaz de pasarse el resto de su vida, así, con el ceño fruncido, como cuando hay algo que no le gusta y no sabe como decirlo. Un ratito hace gracia, pero ¿y si se queda para siempre con la frente arrugada?
          Él no ha puesto mala cara, tampoco muy buena. La verdad es que como nunca pasamos por la parroquia, no sé cual es su expresión  habitual. Es mayor, como el abuelo. Va de negro, como la abuela cuando murió el tio Pedro.
         Al fin ha aceptado, yo creo que por hacernos callar. Pero que más da el motivo, nosotros ya hemos cumplido nuestra parte.
         He quedado con él en la puerta del hospital, para acompañarlo a la habitación. Hemos picado  a la puerta, y al "pase" correspondiente, he entrado primero yo y detrás el cura. 
         Todos nos hemos girado a observar la cara que ponía el abuelo. Su rostro era educado pero en sus ojos, al verlo, ha brillado un relampago  de hartazgo. Siempre ha sabido tratar a la gente, y sobretodo sacarse de encima a los pesados, a una velocidad impresionante. Cris  le había dado al cura tres minutos,  yo dos.  María antes de irse murmuró  que apostaba por diez. Juan, como buen geminis, había  votado por cuatro y por siete.
         Sea como sea, será el abuelo el que marque el tiempo.
         Lo siento por el cura, pero poco tiene que hacer.