Esperó un par de semanas, y fue a verlo.
Hablaron del día de la boda, de los nervios de la mañana, y de las risas y lágrimas de familia y amigos. De la profundidad de la homilía y lo emocionante del “sí quiero”.
Hasta que ella se echó a llorar. No sabía a quien contarlo; se moría de vergüenza, pero el secreto la estaba matando. La ceremonia no había terminado.
Fueron tres preguntas claves, claras y discretas, directas al fondo, sin regodeos ni decorados.
Con las respuestas de ella, los estudios y horas de conversaciones de él y ese viento que siempre soplaba cuando hacía falta y él sabía escuchar, la conclusión era bastante clara.
Y al final un consejo: "Coge tus cosas y esta noche a casa de tu hermana. Si para él es un camuflaje, no te arriesgues a que firme el contrato"
No hay comentarios:
Publicar un comentario