Se van a quedar parados cuando les diga que yo me llevo hoy el récord de viajes de la semana. Nunca soy el que gana, y eso que trabajo tantas horas como el que más. Bueno, quizás tantas horas no. Cuando me llaman del hospital para decirme que mi esposa me reclama, acabo el servicio del momento, apago la luz de libre y vuelo disparado a verla.
Se pasa la mayor parte del tiempo durmiendo, reposando; los médicos dicen que eso es bueno. Cuando despierta me busca; siempre le han dado miedo los hospitales. Las enfermeras, que son resalás, me envían un sms y al ratito yo llego y la tranquilizo. Unos minutos bastan, pero yo me quedo un poquito más, para poder disfrutar de la sonrisa que aparece en su cara ya relajada.
Hoy me ha llegado el aviso cuando ya llegabamos al destino del pasajero, un anciano vestido de negro. Cuando ha subido me ha saludado y enseguida nos hemos puesto a hablar de fútbol, de la crisis y de la cinta del Pilar que cuelga del retrovisor. Cercano y respetuoso, amable Al llegar a su destino, mientras él buscaba el dinero en su monedero, he mirado el mensaje del móvil ,y con la confianza que da compartir un viaje, le he contado lo de Dolores. Ha sido entonces cuando he visto en su cuello una cinta blanca. Al irme a pagar le he dicho que era gratis. ¿Sabe usted a quien ha llevado? – me ha dicho. Le he contestado que a un cura. Ha sonreído y señalando con la mano la chaqueta, a la altura del pecho, ha acariciado el bolsillo diciendo: “y a Nuestro Señor” . Y dando las gracias, me ha prometido rezar. Se ha ido.
Al llegar al hospital las enfermeras me han dicho que Dolores ya está buena El alta que nunca llegaba, nos la darán mañana
Y esta tarde, cuando vaya a dejar el taxi, me acercaré dos minutos al bar, y les diré que hoy he ganado
Sin ninguna duda, uno de mis viajes vale infinito.
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