A los siete, dió a mis tíos la confianza, el empujón que les faltaba para acogerme en su casa, en vez de enviarme con los tíos de Francia. Les dijo que no tuvieran miedo, a criar a un niño se aprendía con amor. Y para mi sería bueno seguir en el mismo barrio, con los mismos amigos y poder visitar la tumba de papá, mamá y Quique en los momentos tristes.
Cuando le trasladaron me escribía cartas o postales con fotos de animales; él era el único que tomaba en serio mi decisión de ser veterinario.
En la adolescencia, yo con la cabeza hecha un lío, el corazón desbocado, y él siempre allí, dispuesto a escucharme. Allí, o sea en el otro extremo de la línea de teléfono, o de la vía del tren que iba a Valencia; donde fuera, pero estaba.
No era excesivamente protector Más que consejos daba pistas, me hacía pensar, razonar. "Piensa", decía, "que aunque parece que todo está perdido siempre hay esperanza, pero recuerda que pueden quedar cicatrices, unas desaparecen y otras quedan para siempre"
Sin darse cuenta, me dió la confianza de saber que pasara lo que pasara, estaría allí para ayudarme, encontrar una salida y apoyarme.
Y ahora se ha enfadado.
Y ahora se ha enfadado.
¡Hola María!Me gustaria que mañana te pasaras por mi blog a buscar un pequeño-premio que deseio compartir contigo.
ResponderEliminarSanta nocheç
Con ternura
sor.Cecilia
Aún no duermo, ya quisiera yo, tener una secretaria, he repartido 90 premios , ahora sacaré el post y me acuesto en un plis plas!! a la 6 me levanto.
ResponderEliminarGracias
Con ternura
Sor.Cecilia