De ese bautizo salimos todos mojados. Los ojos lloraban y los labios sonreían. Y a más sonrisas, más llantos; de nervios, de gracias, de alegría.
Meses antes, le daban a la mamá al mismo tiempo, dos noticias distintas: una nueva vida crecía en su vientre y una enfermedad letal se desarrollaba en su pecho.
Cinco consultas a cinco médicos distintos y todos repetían la misma idea. Con voz firme o suave, distantes o cercanos, todos lo mismo
-"Antes de medicar a la madre, hay que deshacerse del embrión"
-"No actuar eliminando el embarazo implica la muerte de los dos, madre y feto. Hable con la enfermera y ella le dará una lista de los centros en donde puede interrumpir el embarazo"
La muerte siempre asusta; cuando estas embarazada además marea; si tienes tres niños ya en tierra, aterroriza. Un montón de pensamientos horrorosos le daban vueltas y vueltas sin poder pararlos.
Era cruel enviudar a su marido y dejar a los chavales huérfanos Pero también era impensable hacer desaparecer al más pequeño. Para él, el padre, era tremendo tener que firmar la sentencia de muerte de su mujer, aquella a quien prometió cuidar "hasta que la muerte nos separe".
Se acercaba la Navidad, y la alegría de la calle parecía una broma pesada en contraste con su angustia.
La cabeza aturdida, el alma atrapada y el corazón desangrándose. Y la enfermedad que seguía avanzando, sin darles un respiro para pensar, para coger aire.
Un amigo cura les escuchó, rezó con ellos y les recomendó una clínica católica, del norte.
Fueron inmediatamente, el tiempo corría en contra. Allí les dieron otra opción; la opción. Cirugía ya, quimio a partir del tercer mes, seguimiento continuo y esperanza.
Qué valioso es tener quien te ayude a enfrentar los miedos, ciertos o inventados, y tomar la decisión correcta.
Han pasado dos años.
Aquella hermanita por quien papá dijo que rezaran, es un terremoto. Se acerca silenciosa gateando a sus construcciones y las derriba, como una pequeña King Kong, pero en princesa.
Cada aniversario, niños y padres, ofrecen una Misa por los médicos que apostaron por la solución adecuada y salvaron la vida de las dos reinas de la casa. Piden también por las embarazadas.
Y por el cura que les acompaño en su angustia, los supo orientar y rezo con y por ellos.
A la pequeña Teresa, por quien rezamos tantísimo antes de verla y a sus padres y hermanos que lo arriesgaron todo y confiaron.
Cinco consultas a cinco médicos distintos y todos repetían la misma idea. Con voz firme o suave, distantes o cercanos, todos lo mismo
-"Antes de medicar a la madre, hay que deshacerse del embrión"
-"No actuar eliminando el embarazo implica la muerte de los dos, madre y feto. Hable con la enfermera y ella le dará una lista de los centros en donde puede interrumpir el embarazo"
La muerte siempre asusta; cuando estas embarazada además marea; si tienes tres niños ya en tierra, aterroriza. Un montón de pensamientos horrorosos le daban vueltas y vueltas sin poder pararlos.
Era cruel enviudar a su marido y dejar a los chavales huérfanos Pero también era impensable hacer desaparecer al más pequeño. Para él, el padre, era tremendo tener que firmar la sentencia de muerte de su mujer, aquella a quien prometió cuidar "hasta que la muerte nos separe".
Se acercaba la Navidad, y la alegría de la calle parecía una broma pesada en contraste con su angustia.
La cabeza aturdida, el alma atrapada y el corazón desangrándose. Y la enfermedad que seguía avanzando, sin darles un respiro para pensar, para coger aire.
Un amigo cura les escuchó, rezó con ellos y les recomendó una clínica católica, del norte.
Fueron inmediatamente, el tiempo corría en contra. Allí les dieron otra opción; la opción. Cirugía ya, quimio a partir del tercer mes, seguimiento continuo y esperanza.
Qué valioso es tener quien te ayude a enfrentar los miedos, ciertos o inventados, y tomar la decisión correcta.
Han pasado dos años.
Aquella hermanita por quien papá dijo que rezaran, es un terremoto. Se acerca silenciosa gateando a sus construcciones y las derriba, como una pequeña King Kong, pero en princesa.
Cada aniversario, niños y padres, ofrecen una Misa por los médicos que apostaron por la solución adecuada y salvaron la vida de las dos reinas de la casa. Piden también por las embarazadas.
Y por el cura que les acompaño en su angustia, los supo orientar y rezo con y por ellos.
A la pequeña Teresa, por quien rezamos tantísimo antes de verla y a sus padres y hermanos que lo arriesgaron todo y confiaron.
Gracias Miriam por ese relato de VIDA, que es digno de hacer fiesta, porque no ganó la muerte. Felicité de mi parte a esos papás.
ResponderEliminarGracias por su bonitos comentarios en mi blog.
Con ternura
sor.Cecilia
Hola. Que importante es el buen consejo y la oración conjunta y una buena clínica universitaria.Gracias
ResponderEliminarMe uno a las felicitaciones. Siempre alegran las noticias buenas. ¡Gracias!
ResponderEliminarSor Cecilia, gracias por su blog, es una fuente de cariño que se esparce por el ciberespacio
ResponderEliminarTheo, genial¡¡ Me fascina como escoges las palabras para decir con poquito, muuuucho y para que entienda quien pueda entender
Javier: gracias por entrar y dejar comentario
El día que nació la pequeña, todos soltamos un ufffff de alivio, fue una enorme alegría. Fuí a verla a la clínica y la madre estaba mejor que en cualquiera de los tres partos anteriores. La niña nació bien, sin ningun tipo de problema.
A día de hoy en las revisiones periodicas que se va haciendo la madre no ha surgido ninguna "mala nueva"
Aún hoy se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo como contaba que cuando ella decía que quería seguir adelante porque no podía hacer otra cosa, ninguno de los 5 le daba esperanzas
Dejo un par de enlaces sobre quimio y embarazo
http://www.europapress.es/sociedad/salud/noticia-quimioterapia-segura-mujeres-embarazadas-20100326132532.html
http://www.cun.es/la-clinica/servicios-medicos/patologiamamaria/el-cancer-de-mama/cancer-y-embarazo/
¡Menuda historia! Me ha corrido un escalofrío por todo el cuerpo. Gracias por escribirlo.
ResponderEliminarAh, falta una cosa: la oración también por todos aquellos que no supieron o no quisieron aconsejar bien.