jueves, 21 de abril de 2011

Luna de Jueves Santo

He esperado inquieta la llegada de esta noche. Aparezco en el cielo.

Veo al Señor y sus amigos caminar hacia un huerto. Algo grande ha pasado en esa casa en donde han cenado, que todos salen tocados. Se les ve en la cara que están contentos, asombrados, inquietos. Con la alegría y el temor de quien intuye ya ha encontrado su sitio, su misión. Algo ha pasado allí dentro, en esa casa.

Les he preguntado a las estrellas, que siempre saben más cosas de las cuentan. Nunca explican lo malo, y de lo positivo solo lo que consideran oportuno.
Hoy, con cada centelleo tintinean un sonido, un "sí". Me dice un ángel que reflejan con sonido y brillos, la entrega renovada, donación diaria, de esos hombres que marcados como sacerdotes, harán posible que el Señor acompañe, alimente y reconforte a los peregrinos terrestres.

Y yo que no entiendo de que está hablando, sigo mirando.

Mientras caminan, comentan entre ellos algo de un cambio radical en la forma de contar, de medir.  Espero que no modifiquen las horas del día, o  mi aparición en los meses. Ahora que ya todo el firmamento tiene aprendidos los tiempos, un nuevo orden podría ser un desastre.
Pero no, parece que el cambio es en la medida del amor. Ya no se valorará poniendo como ejemplo el amor de un soldado a su patria, el de un sabio a la sabiduría, el de una pareja o el de una madre.
Ahora la unidad de medida del amor es el Señor.
Con toda la inmensa alegría, con todo el profundo dolor. 

Uno recuerda a su abuela. Cuando la nieta de apenas un añito, enfermó gravemente, agarraba al bebé y la abrazaba con fuerza, casi estrujándola.
Quería tenerla muy cerca, intentar transmitirle la vida que se le iba.
Con esa imaginación que tienen las abuelas, le decía que ojalá pudiera convertirse en pan, en alimento,  para poder estar aún más cerca de ella, para acompañar los latidos de su corazón, para demostrarle que estaba a su lado y no la iba a dejar sola.

Llegan al huerto.
Cada uno observa el corazón del Señor, y se miran el propio por dentro.
La diferencia es abismal. Los errores demasiados, algunos incluso están como incrustados en el alma. 
Necesitan ayuda. Alguien tendría que trabajar, que pagar mucho para poder rehacer sus almas y así tener la oportunidad de volver a empezar.

El Señor reza. Sus amigos duermen.

Creo que esta va a ser la noche más larga. También la definitiva.

Voy a seguir observando. Luego os cuento

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