Hoy la noche es distinta.
Me han contado las nubes, los terrores de esta tarde. Y casi he dado gracias por no haberlo presenciado.
Aunque insisten en afirmar que la hora de su muerte es ya una de las más gloriosas, a mi me alegra pensar que ese privilegio no ha recaído en una de las horas de mis noches.
Ha muerto.
Esta noche, la tierra está exhausta, agotada por observar tanto sufrimiento de su Dueño.
Esta noche, en los amigos del Señor reina el desaliento y el miedo.
Sin embargo el viento, que es fuente de sabiduría, esta vez no esparce el aroma tremendo de desesperación que surge tras los asesinatos crueles.
Hay algo en el aire de expectativa, de alerta, de germen de alegría.
Prometo estar atenta para no perderme lo que suceda
Quizás la novedad tenga que ver con algo que se observa desde mi perspectiva.
Dicen que tras su muerte, surgió agua y sangre de su pecho.
Eso yo no lo sé, yo no lo he visto.
Pero desde donde estoy, visión privilegiada, sí que he notado al salir esta noche, todo, absolutamente todo, empapado, calado, encharcado e impregnado de Amor.
Aunque los de allá abajo, no parecen darse cuenta.
Aunque los de allá abajo, no parecen darse cuenta.
En los ojos de la Madre, desgastados por sufrir, chispean brillos de esperanza.
Veremos que pasa.
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