martes, 8 de junio de 2010

Corazón de niño

Sólo verme de lejos, desde dentro del aula, ha alzado la mano para mostrarme algo que encerraba dentro de la misma , y por eso mismo yo no podía ver. “Es un coche chafado”- ha gritado. “Y brillante. Y con ruedas” Y ha sido ha seguido describiéndolo según las características, algunas que sólo él puede ver.
Al ratito nos hemos encontrado con sus primos y lo primero ha sido mostrarles el coche.
Después de dura negociación y sólo porque les tiene gran admiración, se lo ha dejado a uno de ellos. Los primos lo han tocado, mirado, manoseado y… oh, desastre, se ha roto una de las tuercas. Me consta que ha sido sin querer, la admiración que se tienen mutuamente, impide que se infrinjan cualquier tipo de daño voluntario. El arreglo no parecía complicado, pero las lágrimas han aparecido en los ojos del peque. Todo esto ocurría mientras subíamos por las escaleras mecánicas del metro. Por suerte éramos los últimos, y el escándalo no ha molestado ha nadie. Lloros, consuelos, risas, empujones… Llega el final de la escalera, el peque se cae y se queda sentado a la salida de la escalera. Al intentar levantarlo, bajar de la escalera y no dar con los primos, casi me caigo encima. Me ha salvado la nueva práctica de salto del niño. Por un momento se han callado todos, pero el silencio ha durado poco, muy poco.
Las lágrimas, sonrisas, enfados, risas y pataletas, han durado unos cinco minutos más
Una revista de un video club lleno de monstruos y personajes de disney ha servido para hacer de forma no consciente las paces

Corazón de niño. Son como sus rodillas, se hieren con facilidad y cicatrizan aún más rápido.
Lo esencial les dura siempre

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