jueves, 12 de enero de 2012

J.M. (1 de 2)

Joan Maragall (1860-1911)

(Escrito a raíz del estallido de la revuelta popular, conocida como la "Semana trágica" (26 julio - 2 de agosto, 1909) en la que muchos edificios religiosos fueron asaltados e incendiados)

Yo nunca había oído una Misa como aquella.

La bóveda de la iglesia descalabrada, las paredes ahumadas y desconchadas, los altares destruidos, ausentes, y aquel gran vacío negro al fondo, donde estuvo el altar mayor, el pavimento invisible bajo el polvo de los escombros, ningún banco para sentarse y, todos, en pie o arrodillados ante una mesa de madera con un Cristo encima, y un torrente de sol entrando por el vacío de la bóveda, con una multitud de moscas danzando en la luz que iluminaba crudamente toda la iglesia como si estuviéramos oyendo Misa en plena calle.

El sol caía de lleno sobre la mesa de madera donde celebrara el cura, pobremente ornamentado; mientras en el coro, sin barandilla, cantaban los otros, arrimados a la pared para no caerse...

Yo nunca había oido una Misa como aquella.
El Sacrificio estaba allí presente, vivo y sangrando, como si Cristo muriera de nuevo por los hombres, y otra vez hubiera dejado en el Cenáculo su Cuerpo y su Sangre en el Pan y el Vino.
El Pan y el Vino parecían recién hechos: la Hostia parecía palpitar, y el vino, al verterse en el cáliz, a la luz del sol, parecía sangre que chorreaba"
Yo nunca había oído una Misa como aquella.

Y estoy seguro de que todos los que estábamos allí, delante del Sacrificio celebrado en la pobre mesa de madera blanca, ante el crucifijo maltratado, que era todo su adorno, entre el polvo y los escombros y el viento y el sol que entraban, y sintiendo aún alrededor nuestro el rastro de destrucción y blasfemia que habían pasado por aquel mismo aire donde ahora volvía a hacerse presente el Sacrificio, lo sentíamos como si nunca lo hubiéramos sentido y nos penetraba una virtud nueva y actual, como sólo pudieran haberla experimentado los primeros cristianos perseguidos y escondidos en un rincón de las catacumbas, deleitándose mayormente entre el peligro y la negación, en la iniciación del Misterio redentor...

2 comentarios:

  1. Buenos días Miriam.Cuando pierdo el sabor de lo auténtico tengo que preguntarme ¿Me he bajado de la cruz y acomodado en la tibieza?. Un abrazo.

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  2. BOM DIA
    PASSEI E VI O TEU BLOG
    E RESOLVI CONHECER-TE
    GOSTEI E VIREI MAIS VEZES

    BEIJOS

    BRUNO

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