Traza las horas de apacible verano. El calor de la tarde es suficiente para sentirse a gusto en el jardín, en discreta y conversada armonía. La brisa remueve las hojas verdes, creando paisajes de sombra y sol en las losas de piedra que conforman el suelo. En un extremo, se alza un castillo transparente, lleno de cañones, espadas y dragones de viento, y niños bien visibles jugando a piratas en un barco de deseo.
Vísperas tranquilas, repletas de risas, imaginación y tiempo.
Instantes de confianza , prórroga de afectos.
De pronto de la nada aparece una puerta, de golpe se abre y se presenta irritable una tormenta.
Estallan en el aire los truenos, ruge y brama el viento. Incluso la luz, se medio retira entre tanto estruendo.
Se llena todo de ofensa y escarnio, arrebato violento. La rabia se extiende
Corazón desorientado.
Corazones de niños, recios, resisten los embistes. Como con las sirenas, hay que cerrar los oídos al canto del trueno para que no destruya tu esencia
Y cuando cesa la furia y llega el abatimiento, ellos siguen allí.
Con nobleza para arropar al corazón turbado
Restablecen el aire sereno
Son capitanes del castillo, s caballeros del reino del olvido y responsables del condado del afecto sincero
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