José fue el que nos dio entrada en la gruta y en la Familia. Cuando me vio , no me trato como una cría, ni me dio ordenes como hacían el resto. Él no. Me preguntó si quería ver al Niño , y como yo dudaba, me animó a avanzar hacia él. Tropecé, me caí Él me dio la mano para levantarme y seguir avanzando. No me alzó en brazos, como hacía papá cuando olvidaba que ya era mayor.
Allí, estaba Ella. Ella y el Bebé. Nunca vi en nadie más ese cruce de miradas. Ella se desvivía por El. Lo recogía en sus brazos, y le cantaba. No podía respirar sin El.
Era el Bebé más especial del mundo. No se parecía a los otros...Sus manitos, los deditos de los pies, las orejillas... todo era más delicado, y a la vez más fuerte. Era como si todos los bebes que conocía, fueran copias no muy perfectas de ese Niño. José me animo a sentarme para poder cogerlo entre mis brazos, Me buscó un sitio y cuando me vio segura, avisó a María.
Me daba miedo... pensé que podría hacerle daño... a El y a Ella. Ella parecía tan unida a su Bebé , que al separarlos imaginé que ella dejaría de respirar, de sentir. Yo había perdido a mamá, y no quería que el bebé perdiera a la suya. Así que pensé en decirle a José que no era buena idea, el Niño dormía, no había porque molestarle.
Pero Ella, fue Ella quien se acercó y me puso al Niño entre los brazos. Mi plan era fijarme en su cara, y devolverle el Niño en cuanto María se empezara a poner morada o pálida. María con mucho cuidado lo levantó. Al separar su cabecita de su pecho, su brazo empezó muy suavemente a estremecerse. Al dejarlo en mi regazo y alejar el brazo y la mano de su cuerpecito, su labio temblaba. La miré preocupada; y Ella me sonrió y asintió con la cabeza murmurando " haz lo que El diga" , fijando en el su mirada. En ese momento el Niño abrió los ojos, y la miro.... No se que le dijo con esa mirada, pero la cara de ella, en vez de volverse morada , resplandeció. Me pareció que era un regalo del Niño a Ella, un momento de ellos, y que no tenía que mirarla
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