Esa noche, con el Niño en brazos, levanté la mirada buscando a María. Ella estaba arrodillada a mi lado, junto al Niño. Rezando.
Tio Pedro, mi padre y los pastores, un poco más lejos, también se habían arrodillado.
El corazón del pequeño latía con fuerza. Los ojillos le brillaban con la ilusión del niño que ha conseguido el regalo que anhelaba
Manolo, el pastor más lento, se arrancó a hablar
Eres Tú el que esperaba
La claridad que decían que existía
pero yo decía que sería imposible ver
Yo soy el tonto. El que no tiene sentido.
El que da disgustos y trabajos
El despojo, el que cansa,
el que va consumiendo la paciencia de todos
El olvidado del cielo , decían.
Pero Tu no has querido dejarme solo
Has venido a defenderme
Porque soy de Dios, el pequeño de sus ojos
El centro de Su corazón
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