Erase una vez un gorrión que quería volar y no podía
Lo intento una vez. Y una segunda. Ambas veces cayó como un fruto maduro, a peso.
Sobre el cesped y sobre una mata llena de flores granates.
Decidió no intentarlo más... Y convertirse en fruto de la rama que lo acogía
El árbol le miraba enternecido. EL viento furioso quería que volara.
Y el pequeño se iba apagando.
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