Emprender el camino cada mañana.
No son los 40 días andando. Ni las 40 noches con sus horas de sueño
Lo mejor son esos momentos, tiempo especial entre la actividad del día y el reposo de la noche.
Sentarse cerca de la lumbre, respirar profundo, comentar el día con el Guía, sentir la caricia de la Madre, disfrutar la acogida de unas manos heridas. Sentir el calor de esa llama cómplice de momentos entrañables.
Y descansar para volver a tomar el camino al día siguiente
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