Entra septiembre soñando

Las nueve del dos del nueve del diez. La ciudad revive.

Durante un mes las calles han reposado del incesante roce de neumáticos y el ardor de los imprevisibles frenos. Algunas incluso han disfrutado de un tratamiento  especial de asfalto nuevo y lucen vivaces su brillante color negro.

Durante el verano, en las aceras desiertas, los arboles, que sólo saben hablar bajito, al fin han podido  escucharse entre ellos. Risueños y charlatanes se susurraban secretos que el viento robaba, para colgarlos del cielo.

Y ellos agitaban sus hojas, y sus ramas y sus cuerpos, en una dramatización de una escena de enfado, que devenía en batalla de corsarios luchando contra no se sabe que enemigo fiero.

Con espadas de madera ribeteadas de hojas verdes, removían los aires, a levante o a poniente.

Mientras, la brisa soñadora diseñaba ya su trofeo:  torbellinos de hojas arrancadas de las armas de los árboles guerreros.

Vuelve septiembre Paso al lado del árbol callado y acaricio su leño. Se acabó la aventura del verano.

Iniciamos otro curso

¿Tienes tú ya un nuevo sueño? Quizás este año lo alcances.

 A veces no se entiende,  pero siempre se cumplen al menos una parte de los sueños buenos.