Suerte

-  Pues sí chico, ha sido una noche tremenda. Mi padre no tenía con que pagar a esos ladrones cobradores de impuestos. Ya no teníamos que vender; mamá no paraba de llorar imaginando lo peor. 

Y la noche antes, cuando ya estábamos durmiendo, llaman a la puerta los servidores de unos reyes de oriente, preguntando por un sitio para comprar víveres. Madre les indicó y les dió lo que nos quedaba de alimento para que se alimentaran los más débiles del campamento del rey. Padre no quiso aceptar sus monedas Con la cabeza muy alta y la voz muy grave dijo que la hospitalidad era la esencia de la casa y la familia,  nunca aceptaría dinero por ayudar a un viajero o peregrino. El más viejo de los servidores, vió el viejo  borrico y preguntó si podía comprarlo.  Padre le puso un precio justo y bajo, el viejo borrico no está para trotes.  Pero el viejo servidor lo convenció del elevado valor que tenía ese animal para el rey al que servía.Necesitaba un borrico dócil , que no le diera por salir corriendo ni escaparse. Un animal para llevar uno de los regalos especiales, de mucho valor y poco peso, destinados al gran rey.

Al día siguiente padre pudo pagar los impuestos, y aun nos quedaron monedas para comprar un borriquillo joven y alimento para la semana.

Pues sí, hemos tenido suerte, la mayor de las suertes O como dice madre, Dios no olvida a la gente de su pueblo.

María sentada unos cuantos árboles más allá , los oía sin verlos. Delante un pequeño árbol luchaba por crecer a lo alto, para llegar a las nubes.  Esa madera, esa sí sería portadora de suerte. Tronco que llevaría sobre sus lomos al Caballero libertador, al salvador del pueblo atormentado por su propia culpa. Leño sobre el  que descendería la sangre del Caballero, sentiría los espamos de su cuerpo y la soledad de la muerte. 

Sí- pensó María- Dios nunca no olvida a su pueblo. 

Y a pesar de ese extraño dolor que le pinchaba en el corazón, María, como siempre que pensaba en el gran Dios, sonreía con ternura.