Paso por el parque camino a casa. Sentada en una silla de ruedas al pie de los centenarios pinos, sonríe una señora delgada, pequeñita; rondará los noventa años.
Vestido negro, recogido de cabello plata, piel arrugada y ojos azules que se adivinan tras las gafas.
Sobre las manos temblorosas tres rosas blancas.
A su lado, una joven dinámica y gruesa, tararea una nana mientras le arregla algo sobre el pecho. Le habla con cariño y alegría. “Ya verá señora, ya verá que guapa queda”.
A su lado, una joven dinámica y gruesa, tararea una nana mientras le arregla algo sobre el pecho. Le habla con cariño y alegría. “Ya verá señora, ya verá que guapa queda”.
Paso por delante y los ojos se me van a sus manos. Le está prendiendo la cuarta rosa en el chal negro. La señora sonríe orgullosa y me saluda. Le digo que está muy guapa y continuo mi camino
Qué grandes estas jóvenes que cuidan a nuestros mayores.
Olvidan sus penas, aparcan sus preocupaciones y se dedican con cariño y alegría a los más mayores.
Qué grandes
Qué grandes
Sí... Es un testimonio muy bonito.
ResponderEliminarHola. Lo narras, lo vivo.3 jóvenes del rosal de la Virgen. Gracias.
ResponderEliminarHola Miriam! realmente es una actitud digna de admiración.
ResponderEliminarHermoso relato.
Un beso!
Gracias a los tres por parar a contemplar juntos esa escena.
ResponderEliminarGenial viernes¡¡¡