Solo después de oir la puerta, ahora que ya se había marchado, se permitió desplomarse.
Vencida, se sentó juntó a la mesa, e instintivamente movió la mano, como para coger la de Fernando.
Pero el roce de la mesa era liso y constante, no habían dedos grandes y viejos que interrumpieran el movimiento.
Sin él, fallecido hacía un par de años, todo se le hacía aun más cuesta arriba. Aunque quizás así era mejor, vete a saber como hubiera reaccionado.
Vencida, se sentó juntó a la mesa, e instintivamente movió la mano, como para coger la de Fernando.
Pero el roce de la mesa era liso y constante, no habían dedos grandes y viejos que interrumpieran el movimiento.
Sin él, fallecido hacía un par de años, todo se le hacía aun más cuesta arriba. Aunque quizás así era mejor, vete a saber como hubiera reaccionado.
Como era habitual en ella, no pensó en buscar culpables, al menos en buscarlos fuera.
Le daba vueltas y vueltas a todo lo que ella habría podido hacer y quizás hubiera evitado ese desenlance. Vueltas y vueltas y más vueltas, hasta llegar a conclusiones absurdas.
Que si podría haber ayudado más a su hija, quedarse más tiempo con los nietos, facilitarles la vida, darles parte de su pensión o "venderles" su piso, hablar más con el yerno, con los consuegros...
Tal vez educar a su hija de otra manera, más estricta o más suave. No sabía como, pero de otra manera.
Le daba vueltas y vueltas a todo lo que ella habría podido hacer y quizás hubiera evitado ese desenlance. Vueltas y vueltas y más vueltas, hasta llegar a conclusiones absurdas.
Que si podría haber ayudado más a su hija, quedarse más tiempo con los nietos, facilitarles la vida, darles parte de su pensión o "venderles" su piso, hablar más con el yerno, con los consuegros...
Tal vez educar a su hija de otra manera, más estricta o más suave. No sabía como, pero de otra manera.
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