jueves, 3 de mayo de 2012

Complot en el comedor

Hay algo en esta cena con mis padres, que no es normal. 
Mi padre, mi madre, ellos sí son los de siempre. Con sus costumbres y sus salidas imprevisibles. Sus bromas y sus manías. Definitivamente son ellos
El mantel, los vasos, los platos, los cubiertos... No son los de toda la vida aunque todos van marcados con la esencia propia de la familia.  Ese es uno de los misterios de esta casa. Cada vez que se incorpora algún nuevo objeto, sea por novedad o por sustitucion de bajas,  en un par de días, los objetos veteranos, consiguen que los novatos adquieran ese matiz propio del hogar, que sean en poco tiempo miembros de la familia.
Pero volvamos a la cena
Hoy, es como si las servilletas se rieran en silencio. Y el agua al caer en el vaso, lo hace con un murmullo suave, en vez de atronar con su risa estrepitosa. Los cubiertos no chocan con el plato, ni siquiera entre ellos. La madera de la silla no cruje como habitualmente
Miro a mi madre, y ... la veo distinta. Hay algo en su expresión, que la delata. Algo ha pasado.
Al final confiesa.  Bueno, al final no, digamos que se muere de ganas por confesar. 
Ya lleva incorporados los audífonos. Está encantada. Dice que ha descubierto un montón de sonidos que, sigilosamente, se  habían ido yendo de su vida
Ya puede oír desde el piso, los coches de la calle Ese ruido que habitualmente, cuando buscas un piso, se considera un punto negativo, a mi madre ahora le suena a gloria. Nota  también la lavadora, y el tremendo sonido del microondas. Incluso el sonido de  la ropa cuando roza (aquí me ha hecho rozar las mangas para demostrarme que sí, que la ropa hace ruido). 
Ahora cuando mi padre se queja , lo entiende. Eso no sé yo si será gran avance.
Solo hay una cosa, que más que sorpresa, le provoca intriga  Los sonidos en casa y en la calle son más fuertes, más densos que antes, excepto en el comedor Es como si aquí las paredes atenuaran el ruido.
Mientras está comentando su enigma, el rabillo de mi ojo ve como un cuchillo se desliza hacia el borde de la mesa. Se para en el límite del vacío, unos  dos segundos. Como si estuviera esperando  el instante acordado. 
Y de repente la ventana se abre de golpe y el cuchillo cae al suelo. Hace ruido y mi padre se asusta. Mueve la silla que cruje como nunca, arrastra parte del mantel y caen los otros cubiertos al suelo. El vaso, se desploma sobre la mesa, y va rodando chocando contra todas las botellas y los otros vasos. El agua derramada, agua con gas, acompaña el desastre con una banda sonora de burbujitas.  La servilleta empuja al servilletero que también cae y con cada rebote en el suelo, inventa un sonido diferente.
Mi madre, encantada va diciendo.
- ¡Escucha las burbujas! Y el cristal. ¡Y la madera! El suave vientooooooo

Mi padre alucina. 
Yo lo tengo claro; han preparado una novatada- bienvenida a los audífonos. 
Como  ya me la conozco levanto la mirada para observar a la lámpara que cuelga del techo.
 No hay duda, ella es la líder del complot. Se está balanceando tronchada de risa.

Un divertido inicio para una semana que promete traer un montón de conversaciones sobre todos y cada uno de esos nuevos  sonidos.


                                        

2 comentarios:

  1. Qué bien que esté tan contenta con los audífonos. A una tía mía le hicimos comprárselos, por el bien de las cuerdas vocales de toda la familia. No los usa. ¡No los usa! ¡¡No los usaaaa!!

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  2. "Ahora cuando mi padre se queja , lo entiende. Eso no sé yo si será gran avance." Jajajaja.

    Oye, qué bien narrado todo Miriam. Se te da muy bien contar historias, creo que ya te lo he dicho en otra ocasión.

    Un abrazo.

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