miércoles, 23 de mayo de 2012

Lo difícil es lanzarse.

La vi por primera vez el pasado septiembre. Yo caminaba hacia el trabajo, ella se dirigía a la parada del autobús. Alta, negrita (o de color, como quede más amable), guapa, pelo largo y rizado. 

Caminaba al ritmo de los toques del bastón con el que se orientaba al ir por la calle. Era, es ciega.

Durante todo el curso nos hemos cruzado varias veces, generalmente coincidimos en un cruce. Yo la miro desde la distancia, preparada para acercarme por si intenta cruzar en rojo o se le cruza algún obstáculo por el camino. Eso sí, siempre manteniendo una separación cobarde que yo disfrazo de prudencial y respetuosa.

Esta mañana, como tenía que pasar por el banco a primera hora, he cambiado mi recorrido. Al salir del banco me la he encontrado, justo en un semáforo. En un arranque de valentía, me he atrevido a decirle

-“Ahora no , que está rojo”

Y luego
-“Ahora ya sí, que está verde”

Nos quedaba toda una calle , cuatro o cinco manzanas, que recorrer juntas… o por separado. 

Enfadada con mi propia tontería (timidez o tontería en este caso son sinónimos), me he decidido a hablar

- Yo voy hasta el final de la calle.

- Ah. Bien

- ¿Te has cortado el pelo? Te he visto otros días con el pelo largo.
 (Ay… a ver si se piensa que estoy intentando ligar)

-  Si, necesitaba  un cambio

Aun nos queda calle por recorrer, me duele la cabeza y el dialogo me parece una bobada. Así que cambio de tema a saco. Y me da igual que sea políticamente correcto o no.

- ¿ Y es muy difícil esto del bastón?

Sonríe y me contesta,

- Lo difícil es lanzarse. Vencer el miedo a perderse, a tropezar, a no reconocer el camino. Pensar que caminas por una calle y como estás en otra, ir avanzando en dirección equivocada. 
Antes de salir con el bastón, todo son miedos. Pero cuando te lanzas te das cuenta de que no pasa nada. Por ahora, siempre he llegado al destino, aunque alguna vez he tardado una hora más de lo habitual, ja ja ja . Pero de llegar, se llega.

Paso por delante del bar en donde una compañera del trabajo está pidiendo un café. Por señas le comunicó que ya vuelvo. ¿lo habrá notado?

Seguimos hasta el siguiente semáforo, el último antes de su parada.

- Uff, se ha parado el camión de reciclaje en medio. A ver como pasamos.
- Que vaya con cuidado o lo atropellamos- dice riendo- Una vez estaba cruzando una calle de las grandes, y el semáforo estaba en rojo para  peatones. Yo creía que estaba en la acera así que caminaba tan tranquila. Oía a los coches pitar pero no pensé que era por mi. Hasta que una señora se acercó y me llevó a terreno seguro. Ya ves, al final todo se arregla. 

Llegamos a su parada y nos despedimos. Me doy cuenta de que no le he dicho mi nombre. Tampoco le he preguntado el suyo.

No sé cómo lo ha hecho ni en que momento ha conseguido alegrarme la mañana. Camino contenta, he vencido una de mis tonterías y además he ganado un premio. Mi trofeo es un consejo que me repite que los miedos son mayores en la cabeza y se empequeñecen cuando les plantas cara y te atreves con la realidad.


                                                                                                                       

4 comentarios:

  1. Interesante y muy verdadero. Eso sí: ¡benditos ojos!

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  2. Buenos días Miriam.
    ¡Enhorabuena! me animas a vencer los míos.Un abrazo.

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  3. Alemamá, gracias por los ánimos

    Altea, sí, los ojos son toda una bendición

    Nip, me impresiona como esa chica, sin darse cuenta, me dio un argumento más para vencer mis miedos.
    Si de rebote tb te ayuda a tí... que pasada la repercusión que tienen nuestras palabras y acciones¡ Y no nos damos cuenta

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