Decidimos adelantar la visita al cementerio, ir el sábado para no coincidir con la aglomeración de gente.
Subimos al coche, arrancamos y cuando ya estamos a punto de llegar, nos acordamos que las llaves del candado siguen tranquilitas en casa. Así que damos la vuelta para regresar, recoger las llaves y vuelta a salir.
La última vez que fuimos, aparcamos el coche a tres minutos de la entrada. Ya dentro, a mitad de camino las piernas de mi padre empezaron a temblar. Encontramos un muro sobre el que pudo sentarse, mientras mis piernas se dirigían a paso ligero hacia la entrada para pedir una silla de ruedas.
Esta vez, hemos acercado el coche hasta la entrada, esperando que nos dejaran aparcar allí mismo y así ahorrarnos un trocito de camino.
Mientras mis padres maniobran con la puerta, el coche y las piernas, para bajar del auto, yo me dirijo a la chica de la puerta para negociar en donde aparcar. Me mira, mira a mis padres, me vuelve a mirar y dice
- Entra con el coche
- Entro ¿Dentro?
- Sí
- ¿Pero meto el coche en el cementerio?
- Que sí
- ¿Y conduzco dentro?
- Que te digo yo que sí
Suerte que no han llegado a bajar del coche, así no hay que volver a subir. Cerramos puertas y zarpamos para adentrarnos en la tranquilidad del cementerio
Se me hace raro conducir entre estos nichos y tumbas (1).
Atravesada a medio camino, una furgoneta de la casa, con material de limpieza El conductor, todo amabilidad, me hace señas con la mano. En medio minuto deja el camino libre.
Sigo el camino por el cementerio. Cuando ya estamos cerquita del destino, busco un sitio en donde dejar el coche y que no estorbe.
- Pero no, no pares Seguimos un poco más- dice mi madre
- Que no, que ahora se estrecha el camino y esa curva cerrada no es para coches.
- Que sí cabes
- Que no
- Que sí
- Pues si sí, te toca bajar y guiar. Que como le de a un nicho, no duermo en un año.
Y sí cabía. Y no le dí a ningún nicho.
Pasamos la curva cerrada, avanzamos un poquito más y llegamos.
Bajamos del coche.
¡Anda! Nos hemos olvidado de comprar flores
Vuelvo andando hasta la entrada Comprar flores y vuelta.
Arreglar, rezar, recordar. Sobretodo rezar.
Antes de volver, me adelanto andando para comprobar el camino que desemboca en la calle ancha que lleva a la salida.
Pues sí, ahí en medio, se alzan dos magnificas escaleras.
Muevo una... ¡ qué pesada ! Muevo la otra; ésta pesa menos
Vuelta al coche, ya están todos arriba.
Iniciamos el camino hacia la entrada- salida del cementerio.
De reojo noto como se enciende una luz roja.
Ay, que hace un montón que no pongo gasolina. ay ay. A ver si me quedo sin gasolina en el cementerio
Me da algo si tengo que dejar el coche allí en medio. Entre flores y tumbas.
Y ¿llamar pidiendo que me traigan gasolina, al cementerio? Me da que no me harian caso
Miro y.... ufff, no era la gasolina. Es la lucecita del cinturón. Bien ¡
Mientras seguimos el recorrido hacia la salida pienso en la gente que reposa a ambos lados del camino. Me pregunto si tenían carnet de conducir, si les gustaban los coches, si disfrutaban conduciendo...
Llegamos a la salida. La chica amable que nos ha dejado pasar, se acerca para decir adiós, pero se retira discretamente al ver a mi padre emocionado.
Salimos con la misión cumplida, sin incidencias con la gasolina y con el contador de choques contra nichos, aun a cero.
(1) En Barcelona hay otro cementerio, en una montaña con vistas al mar, en el que sí se puede entrar y circular con coche
Las visitas a los cementerios siempre tienen algo distinto y especial. Da gusto ver a familias, como la tuya, unida para ir a rezar con y por los difuntos y dagusto, encontrarse buena gente que es comprensiva y te lo hagan más fácil, porque en el cementerio, aunque sea campo santo, nunca es fácil. Un abrazo
ResponderEliminarEn Lima tenemos cementerios centenarios y otros modernos. Hace mucho que no voy por esos barrios. A las personas que extraño y extrañaré por siempre no las encuentro ahí. Están a mi lado en todo momento.
ResponderEliminarEn el de la Almudena, de Madrid, se puede circular en coche sin problemas y acercarte mucho. Las calles son muy anchas. Luego hay que andar entre las tumbas, para buscar la de los tuyos, pero ya es poquito.
ResponderEliminarJe, je, lo de la gasolina es una broma que te gastaron los "residentes".
ResponderEliminarUn cementerio impresiona, ¿verdad? Aunque lo tengas visto mil veces. Yo también comparto la idea de que es mejor ir unos días antes y evitar aglomeración. Se reza con más tranquilidad.
Sillón, a mi también me emocionó las facilidades que me dieron en el cementerio. Casi me echo a llorar cuando salíamos , mi padre emocionado (llorando), la chica de la entrada retirándose discretamente y yo con la lagrimilla
ResponderEliminarGabri, supongo que lo más importante es acordarse de los difuntos. Nosotros vamos una vez al año, con mis padres. Este año mi padre se ha emocionado muchísimo
Torquiles, gracias por tu descripción del cementerio de la Almudena Creo que cada cementerio es un mundo, un diseño, y guardan tantísimas historias...
Altea, ja ja una broma de los residentes juas juas Me impresiona eso, la de historias que guardan los cementerios. Por otra parte, solo ver las fotos, las flores, los cuidados... Las de los gitanos suelen estar superdecoradas, es impresionante como las cuidan, y adornan.