Ayer leí esto.
Esta mañana ha sido pensar en la fumata blanca, y mi cabeza ha reproducido un campo de batalla en donde iban a luchar a
muerte dos ejércitos, uno de soldados y
otro de bichos raros y feos. El combate que se avecinaba era tremendo, como el
de las batallas épicas de las pelis de Hollywood. El silencio era espectacular, la respiración
de los soldados profunda, impresionante el contraste entre los cuerpos, casi
estáticos y la fuerza que se les escapaba por los ojos.
Silencio. Esperando el grito que indique el inicio del
combate.
Estamos pendientes del que será elegido. Todos a la
expectativa, también esos bichos perversos, los diablillos. Todos en tensión, preparados
y a punto, como en el juego del pañuelo cuando esperas que digan el número de
quien tendrá que salir corriendo para buscar la prenda.
En cuanto aparezca el humo blanco, los que buscan el
triunfo del mal moverán tierra y fuego para fastidiar al sucesor de Pedro. El anuncio del nombre será como el grito que rompe
el silencio profundo y señala el inicio de la batalla
Y empezaremos a rezar por defender a ese nuevo Sto Padre.
Aunque soldados inútiles, el Vencedor ha querido incluirnos
en su ejercito. Y su Voluntad es que colaboremos con nuestras pequeñas armas,
esas que Él nos facilita cada jornada. Y si desertamos o hacemos caso del enemigo, que volvamos corriendo a su equipo.
La victoria ya nos ha sido dada.
El mundo entero espera ver humo blanco. Los ojos están puestos en la Ciudad del Vaticano.
ResponderEliminarBuenos días Miriam. Cierto, es una batalla feroz. ¡Hemos vencido! pero mientras tanto hay que var ¡Qué lata dan!.Un abrazo.
ResponderEliminarLo que he sentido estos días ha sido una unión de todos los católicos del mundo, rezando y sintiéndonos muy unidos universalmente. Y ayer sentí una ilusión! fue muy emocionante. Un abrazo!
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