Jerusalén se viste de fiesta. Desprende bullicio, sabrosos olores de platos cocinados con esmero, colores que llegan de los distintos países, saludos alegres, abrazos…
Sin embargo, casi nadie percibe un ruido horroroso que tiene origen en la ciudad y se desparrama por toda la tierra. Un estruendo que la mayor parte de las personas no llegan a oír. Retumba el clamor de un cuerno. Aullido que convoca a las tentaciones de todos los tiempos al gran encuentro en el jardín de los olivos, en el huerto. Pero no todas son invitadas; solo pueden asistir aquellas que han conseguido vencer y transformarse de ser un mal posible a ser una maldad real y putrefacta con alas asquerosas; las que han sabido ahogar el bien y multiplicar el dolor.
El sonido del cuerno promete un premio a su victoria. Todas las maldades, todas, podrán atacar el corazón del más inocente y descargar su ácido corrosivo sobre un alma enteramente buena.
Las crueldades, las humillaciones, las violaciones, las envidias, el robo, incluso las más pequeñas mentiras. Las manos que han asesinado, las bocas que han pronunciado palabras hirientes, los oídos que escuchan chismorreos, las miradas de cruel desprecio ... Todo, desde la corrupción de un inocente o el asesinato de un bebé, hasta la más pequeña muestra de pereza, todo estará presente y concentrado en el huerto.
Llegada la hora del tormento, en la oscuridad y entre gritos y chillidos, una perversidad y otra y otra más, irán desfilando ante su mirada limpia.Cruelmente despacio, con insufrible constancia, sin darle un respiro. Luciendo con prepotencia todo su sadismo. Una a una, descargaran su asfixiante carga sobre la espalda del Inocente.
Las crueldades, las humillaciones, las violaciones, las envidias, el robo, incluso las más pequeñas mentiras. Las manos que han asesinado, las bocas que han pronunciado palabras hirientes, los oídos que escuchan chismorreos, las miradas de cruel desprecio ... Todo, desde la corrupción de un inocente o el asesinato de un bebé, hasta la más pequeña muestra de pereza, todo estará presente y concentrado en el huerto.
Llegada la hora del tormento, en la oscuridad y entre gritos y chillidos, una perversidad y otra y otra más, irán desfilando ante su mirada limpia.Cruelmente despacio, con insufrible constancia, sin darle un respiro. Luciendo con prepotencia todo su sadismo. Una a una, descargaran su asfixiante carga sobre la espalda del Inocente.
Ese corazón que conoce a cada alma, que ama a cada persona, que siente como nadie la injusticia de cada brutalidad, no apartará la vista. Permanecerá ante el dolor. Sufriendo, pero sin huir. Sin consuelo
Se angustiará con cada golpe asestado a una persona, con cada vejación. Se angustiará con cada golpe, uno a uno, no en bloque.
Padecerá cada desprecio y burla al amor de Dios Padre. Padecerá con cada burla, una a una, no en bloque.
Y llegará el momento que las maldades consideraran glorioso, el de poder acusar a un inocente de todos los crímenes, los mas tremendos y los mas simples. En ese instante, que se tomará su tiempo, El realizará el mayor de los sacrificios: cargar con la culpa y asumir como propios el dolor y la redención de cada injusticia, de cada humillación, de cada crueldad. Como propios, con la tremenda angustia del que es consciente del mal realizado. De todos y cada uno de los pecados. Él ,el inocente
La lista de maldades, casi interminable
Van llegando entre gritos silenciosos,al huerto de Jerusalén. Son las maldades de todos los tiempos
En casa de Lázaro, la Madre parece oir algo, un chillido. Se sobrecoge
El Hijo abrazándola por los hombros, le dice bajito que aun no, hoy puede dormir tranquila
Y le acerca el frasco de perfume de Magdalena Los dos la miran, está sola y triste en una esquina. Aunque el Señor ha salido en su defensa, los comentarios le han dolido. María Madre entiende que es momento de acercarse a ella y darle fuerzas. Concentrarse en el perfume y en Magdalena, intentar olvidar esas ráfagas de olor a sangre y odio que los demás no notan, pero a ella sí le llegan.
Padecerá cada desprecio y burla al amor de Dios Padre. Padecerá con cada burla, una a una, no en bloque.
Y llegará el momento que las maldades consideraran glorioso, el de poder acusar a un inocente de todos los crímenes, los mas tremendos y los mas simples. En ese instante, que se tomará su tiempo, El realizará el mayor de los sacrificios: cargar con la culpa y asumir como propios el dolor y la redención de cada injusticia, de cada humillación, de cada crueldad. Como propios, con la tremenda angustia del que es consciente del mal realizado. De todos y cada uno de los pecados. Él ,el inocente
La lista de maldades, casi interminable
Van llegando entre gritos silenciosos,al huerto de Jerusalén. Son las maldades de todos los tiempos
En casa de Lázaro, la Madre parece oir algo, un chillido. Se sobrecoge
El Hijo abrazándola por los hombros, le dice bajito que aun no, hoy puede dormir tranquila
Y le acerca el frasco de perfume de Magdalena Los dos la miran, está sola y triste en una esquina. Aunque el Señor ha salido en su defensa, los comentarios le han dolido. María Madre entiende que es momento de acercarse a ella y darle fuerzas. Concentrarse en el perfume y en Magdalena, intentar olvidar esas ráfagas de olor a sangre y odio que los demás no notan, pero a ella sí le llegan.
Buenos días Miriam. Preciosa recreación. Acordarse de la Pasión, cargar a Jesús con otro pecado como esa lista de ellos que comentas, no pocas veces me ha evitado tropezar y caer en tentación. Un abrazo.
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