sábado, 8 de octubre de 2011

Consoladora de los afligidos

Sentada fuera de la casa, cerca de la puerta que da a la calle. 
Aprovecha la luz de la tarde para arreglar una túnica desgastada por el tiempo.

Un hombre, más mayor que joven, camina arriba y abajo, pasando por delante de ella una y otra vez.
Enfadado, furioso. Enfermo
Habla, murmura, grita,  y la interroga.
Busca provocarla, que ella hable, que diga cualquier cosa que él pueda tergiversar y así poder atacarla con nuevos insultos.
Y aunque ella no hable, él insiste en argumentos que puedan herirla.
María le escucha. Aunque le duele, escucha.

Al rato por el camino, se acerca una señora.
Es la mujer del hombre, acompañada por uno de los hijos.
El hombre, al verla,  insulta a su mujer y humilla al hijo.

Después de muchos agravios, al fin accede a irse con ellos.
Se va agarrado del brazo del hijo.
La mujer, los mira, se vuelve y se acerca a María

- Lo siento, María. No sé porque viene a tu casa. Normalmente se enfada sólo con los de la familia.
- Ha cambiado mucho. Yo creo que está enfermo- continua la mujer- No sabe qué dice.

Y baja los ojos avergonzada.

María  la abraza

         

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