Camino hacia la puerta de salida del hospital cuando veo el cartel que indica en donde está la capilla. Pues… voy a descansar un poco más allí, acompañada.
Entro.
La capilla a media luz, nadie rezando, el Señor en el Sagrario.
Solos los dos
Me siento en primera fila, relajada, con mi botella de agua y vestido de pequeños tirantes, diciéndole al Señor que que tonta, como no se me ha ocurrido antes ir a reposar allí, en la mejor compañía. Tomo un poco de agua
Estoy bebiendo, así directamente de la botella, en primera fila, cuando oigo la puerta. Entra un caballero con bata blanca. ¿Será médico? Me saluda y se dirige a una puerta lateral, el despacho del capellán. La abre con su llave. ¡Anda!, pero si es el sacerdote.
De repente siento como si me hubieran enganchado relajándome demasiado. No me ha dicho nada por el trago de agua, ni por los tirantes. Dejo la botella de agua. Miro el pañuelo que llevo atado al bolso, pero no lo toco, queda allí, anudado a la correa.
El sacerdote sale de su despacho y con una amplia sonrisa me pregunta si tengo a algún familiar ingresado.
- No, he venido a dar sangre
Su sonrisa se amplia, me desea un buen día, se despide y se va
Me quedo un par de minutos más y también me despido del Jefe
Su sonrisa se amplia, me desea un buen día, se despide y se va
Me quedo un par de minutos más y también me despido del Jefe
Me voy con mi tirita en el brazo, orgullosa de mi sangre, de la sonrisa del sacerdote, de las enfermeras y sobretodo de mi Señor que me esperaba a la salida de la sala de donantes.
Cerraste con broche de oro Miriam!
ResponderEliminarUn besote,
No lo había pensado así soñadora. Pero al leer tu comentario, me he dado cuenta de que sí, de que fue el mejor cierre de la historia, coincido contigo
EliminarEl mejor cierre, que me llegó como regalo, sin yo buscarlo¡
Y mucha razón tenías para sentirte orgullosa.
ResponderEliminarOrgullosa , contenta y feliz¡¡¡
EliminarQue luego, como en tantas cosas, se me olvida y me paso tiempooooo sin donar.
Hasta que me acuerdo ,venzo la pereza y ... otra vez orgullosa contenta y feliz¡
En su próxima visita tú no lo verás, porque tendrá mala cara, pero Él sí que pensará en ti. Estará tumbado en una cama, muy malito, recibiendo tu sangre. En realidad cuando te creó pensó en que pudieras compartirla, y está feliz de que te hayas puesto a ello.
ResponderEliminarRafael... ¡Anda!, y yo sin caer en que Dios, al darme mi sangre, había pensado en que podía compartirla Ni siquiera había pensado en que el Señor está junto al que recibirá esa sangre.
EliminarEmpecé a donar sangre, no por pensar en el bien que hacía. Empecé porque mi hermano pequeño llegó un día ocn un llavero que le habían dado por donar. Pensé que si él donaba, si él ayudaba, yo también podía hacerlo; que él lo hubiera hecho me ayudó a superar mis miedos.
También llevo un anillo rosario, pq vi que él lo llevaba, sin complejos ni tonterías.
Es mi hermano pequeño, pero en muchos aspectos lo imito como si fuera mayor.
Preciosa la historia Miriam.
ResponderEliminarQué regalos nos encontramos cuando menos nos lo esperamos! Y el Jefe (me encanta el nombre) te esperaba para hacerse el encontradizo.
Si es que somos unos enchufados!! :)