Ayer al anochecer nos acercamos al huerto.
Fue como entrar en un jardín, en un bosque encantado, pero de los divertidos, no de
los terroríficos. Noche de primavera, serena, con la luna casi completa que revelaba
su vocación de artista pintando de plata las hojas de los olivos. Terreno para explorar,
troncos por los que trepar, ausencia de humanos y posibilidad de aullar muy
alto. ¿Qué más puede pedir un lobezno?
Béland y yo corríamos entre los árboles
jugando a pillar, mientras el ángel recogía unas enormes hojas de un rincón del
huerto. Cuando nos llamó, paramos el juego para ir a ayudar. Entre Béland y yo, cavamos una zanja, más ancha
que profunda. En el fondo colocamos las hojas Solo entonces, Dicto sacó una
enorme jarra, tipo termo y la abrió vertiendo todo el líquido, el agua, en el
hueco. Ante nuestros ojos, iba apareciendo un mini lago que reflejaba el perfil
de la luna y el titilar de las estrellas.
- - ¿Y esta agua? ¿De dónde sale?
- Son lágrimas. Dolor expresado en agua, que quiere estar el jueves a
su lado. Sufrimientos aceptados con alegría y también padecer asumido a contrapelo. Algunos incluso
llegan acompañados de lamentos y quejas al Creador. Pero todos tienen la
voluntad de permanecer cerca Dios.
Para finalizar, el ángel nos señaló unas
sogas transparentes hechas de oraciones trenzadas. Teníamos que colocarlas
enrolladas unas sobre otras, formando una montañita de cuerdas.
Servirán
para que pueda apoyar la mano, y así no desplomarse cuando las fuerzas lo abandonen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario