Hemos
llegado a la gran ciudad. Se nota que se acerca una fiesta grande, el ir y
venir de la gente es agobiante. Personas que suben y bajan, buscan local para la
celebración, compran y venden alimentos, alquilan mulas, ríen, lloran, cantan, reciben a
los familiares, acogen a los peregrinos,
prepararan los vestidos….
El ángel
nos ha dicho que es mejor esperar un poquito a que oscurezca, y la gente se
retire a sus casas. Aun no tengo claro que es lo que hemos venido a hacer, pero
ya estoy emocionado. Mientras esperamos, le ponemos nombre a este proyecto, a esta operación que durará más de un día. Se llamará “Operación Vida”
Se acerca la noche. Dicto avanza, yo le sigo,
y detrás mío corretea Béland. Nadie nos ve. Nos acercamos al camino que introduce a los peregrinos en la ciudad, a la entrada.
De
repente, en el brazo de Dicto aparece una mochila de la que saca un ramo de
plumas grandes y blancas . El ángel extrae una del ramo, se agacha, la
acerca al suelo y mil basurillas se enganchan en ella.
Levanta la pluma. En un instante resplandece y todos
los desperdicios que lleva enganchados se convierten en perlitas y pequeños
brillantes. Suelta la pluma y se va
volando navegando por el aire, siempre en dirección a lo más alto del cielo.
No
he podido ver que eran esos desperdicios que ha recogido pero imagino que son
restos de comida, trocitos de tela, cuentas, cabello de animales, basurilla…
Todo eso que queda en el suelo, en los sitios de tránsito o encuentro de
multitudes.
Emocionado,
miro al ángel, él asiente con la cabeza, y yo agarro una pluma del ramo e imito
sus gestos. En mi pluma se enganchan, oh sorpresa, palabras hirientes,
cotilleos, mentiras, miradas deshumanizantes, golpes, usura, cambios
incorrectos, pensamientos que humillan al Creador, desesperanzas, caricias mal situadas,
golpes de genio, odios…
Todo
eso rondaba por la entrada de la ciudad, y yo ni lo había visto.
Todo
eso puede hacer daño, mucho daño a las personas.
Más
daño que un cristal roto o un puñal lanzado al aire.
Todo
eso ¿podría herir de muerte el corazón de un Dios hecho hombre?.
Cuando
la pluma está completa, repleta de esa basura, la levanto. Toda la porquería
que lleva enganchada, se transforma en pequeñas piedras preciosas. Me quedo tan
embobado que tiene que venir Dicto para recordarme que tengo que soltar la pluma y dejar que suba volando al cielo.
Mientras
agarro una nueva pluma el ángel me cuenta que cada una de ellas corresponde a los sacrificios y penitencias, activas y pasivas, de los cristianos. Estoy tan encantado con este trabajo que prefiero no
parar a preguntar que son penitencias ni que son cristianos Deduzco que penitencias son una moneda o
joya, más valiosa que el oro y la plata.
Cristianos serán personas con mucho
poder, que fácilmente pueden disponer de esas penitencias con las que comprar
las plumas mágicas que transforman la basura en joyas que suben al cielo.
Los tres, Dicto, Béland y yo, estamos tan concentrados recogiendo los desperdicios, que nos sorprendemos al alzar la vista y ver que ya no hay ramo, no quedan plumas con las que limpiar el ambiente.
El ángel vuelve a abrir la bolsa y esta vez saca una pequeña planta con
florecillas blancas y azules. Se acerca a la pared de la entrada y la planta.
No
hace falta que me diga nada, yo soy muy espabilado. Así que a la que veo que vuelve
a meter la mano en la bolsa, me pongo a escarbar para preparar el agujero en
donde introducir una nueva planta. Beland agarra la planta, la coloca en el
hoyo y entre los dos la cubrimos de tierra hasta dejarla bien colocada.
Cada florecilla, según me ha dicho Dicto, es
un piropo de un cristiano. Sigo sin poder confirmar que raza o clase de persona es un cristiano.
Seguimos plantando, una plantita y otra y otra.
Busco con la mirada a Béland, lleva demasiado rato en silencio. Está estirada, al lado de una planta, durmiendo. Esa última la ha plantado al revés, con las raíces hacia arriba, y las hojas sumergidas en la tierra.
Acabamos que ya es media noche. Voy a colocar bien la planta del revés de Béland pero el ángel me dice que la deje, ya toca volver a casa. Despertamos a Béland para regresar.
Antes
de irnos, nos paramos para observar como ha quedado el camino de entrada. No
alcanzo a ver si ha quedado basurilla por recoger, si se hubieran necesitado
más plumas.
De todas formas, la entrada de la ciudad, ha quedado más limpia, cuidada y con el aroma a
cielo que desprenden las humildes
florecillas.
Nos
vamos a casa, siempre acompañados por Dicto. Nos promete que pasaremos por aquí mañana, camino a nuestra nueva misión.
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