Tengo un momento de duda antes de atravesar la puerta de
entrada pero el ángel me mira, y yo me decido a seguirle Nada malo me puede
pasar si voy con él. Vamos por pasillos y escaleras, bajando. Cada vez es mayor
la oscuridad, el frío y la humedad. Cada vez más enterrados. El ángel va
abriendo las puertas con sus alas mágicas, las roza y ellas se deslizan facilitándonos el paso.
Pasamos por delante de tres guardianes, pero no nos miran. Creo que eso es
también un truco del ángel, les nubla la mirada para que no nos vean.
Llegamos
al sótano más profundo en donde hay una única celda. Las paredes están sucias y
húmedas, el techo lleno de manchitas que en realidad son bichos. Solo se mueven cuando oyen el chillido de
las ratas que corren por el asqueroso suelo. En las paredes y el techo, unos
asideros como para atar caballos O animales O quizás personas.
Aquí el ángel abre
una cajita repleta de letras transparentes. Yo aguanto la caja mientras él
cuelga como puede, las letras de las paredes.
-Son oraciones de penitencia tras una confesión
- Ah- digo yo, como si entendiera algo
Salimos rápido, subiendo escaleras a gran velocidad. Por el
camino nos cruzamos con un hombre violento, de mirada despiadada y cuerpo horroroso, crueldad en su cara y locura en sus gestos.
- ¿Cómo se puede haber escapado un preso, y uno tan
peligroso? - pregunto
- No es un preso, es un guardia. Es el encargado de golpear y materializar
los castigos.
Dicen que es el mejor en
su trabajo, el más sádico, el más sanguinario. El que sabe golpear en donde más duele.
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