Como
la luna alumbra un montón, vemos bien el camino. Hemos pasado cerca de la casa del salón
grande en el que colocamos las velitas. En la puerta reunidos un grupo de
hombres, de muchachos, conversando, preparados para salir a caminar después
haber cenado.
-
Miradlos bien.- nos dice Dicto-
Son los primeros de muchos que seguirán los pasos del Señor. Lo dejaran todo,
todo, por seguir sus pasos. Por traer el
Señor a la tierra, y llevar las personas a Dios. Miradlos bien. Son solo
personas, débiles. Pero serán sus ojos, sus pies, sus brazos. Serán su Corazón
en el mundo
Cuando
ya nos íbamos, he visto salir a Jesús agarrado del brazo de su Madre. Se han despedido con un abrazo.Había
mucho cariño y a la vez temor en ese adiós. Ella le ha arreglado el cabello
mientras le repetía “Vida Mía”. El
quería irse pero a la vez no quería soltar el brazo de su Madre. Al final se
han separado
Nosotros
a lo nuestro, seguimos nuestro propio camino. Nos acercamos al monte y subimos
por la cuesta. Vamos esparciendo las hierbecillas verdes que nos ha dado el
ángel.
-
Son hierbas que han sido regadas
con obras de caridad, con obras buenas. Con consejos, escucha, sufrimiento,
oraciones, compartiendo el pan, el agua, visitando a enfermos, a presos, acogiendo,
dando consuelo…. Estas hojitas impedirán en una
pequeña parte, que la tierra entre en los ojos del que caiga por el camino, que
no escuezan tanto sus heridas. Aunque no evitaran todo el daño, algo
amortiguaran el sufrimiento.
Voy
subiendo y subiendo, hasta llegar a la cima. Allí también quiero dejar algo de
hierba, pero el ángel no me deja. Dice
que aquí la soledad será intensa, no hay compañía que valga. Solo la de su
Madre y esa también será dolorosa al ver sufrimiento.
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