Mi
mamá me ha enseñado que lo primero es presentarse, y como yo siempre, o casi
siempre, le hago caso, empezaré esta historia, como un lobo digno hijo de su
madre.
Me
llamo Carbel, soy un lobezno de pelo negro con mechas plateadas, ojos azabaches, muy brillantes, y, según mi madre, un precioso terremoto. Ella, Teal, es la loba
más valiente y hermosa del mundo.
Hace
una semana le pregunté a mi tía porque mamá es tan estricta y nunca me deja alejarme
para poder investigar el mundo por mi
cuenta.
Mi
tía es de pocas palabras, pero es la que más conoce a Teal y la única que podía
darme una pista sobre sus razones. Me susurró que tiene que ver con el
hermanito que murió hace un par de años, pero que no me preocupe, poco a poco me irá soltando
Por
eso hoy, cuando ha venido ese ángel que me ha acariciado la cabeza y me ha
preguntado si, previo permiso de mamá, querría acompañarle en una misión muy
importante, le he pedido en silencio pero casi gritando al Creador, que le
diera un empujoncito a Teal y así conseguir ese tanto de libertad que ya me corresponde.
Yo
quería que fuera el ángel el que hablara con ella, pero él me ha dicho que esa
era mi primera misión. Sin tenerlas todas conmigo, he corrido hacia ella, le he
preguntado y sorprendentemente me ha dicho que sí, que podía ir con el ángel,
pero que no me alejara de él. Y que nos lleváramos también a Béland, la pequeñaja de mi
prima, que es todo ternura y un tanto trasto.
Me
queda la duda de si el cambio de opinión se debe a que mi tía ha hablado con
ella o a una complicidad que me ha parecido observar entre la mirada de mamá y
la del ángel, que esperaba su respuesta, un poquito retirado. Si encuentro el momento, le
preguntaré al espíritu alado si conocía de antes a mamá
Mañana
seguimos.
Ay,
me olvidaba. El amable ángel se llama
Dicto.
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