Me decían de pequeña que siempre me acompañabas y que ni por la noche dormías.
Al meterme en la cama y apagar la luz, siempre pensaba que tú iluminabas la habitación con un resplandor que no podía ver. Y aunque antes de cerrar los ojos a mi alrededor todo era negro, estaba convencida que si los volvía abrir, podría ver la habitación iluminada con una claridad celeste y plateada, y los objetos perfectamente perfilados y en su sitio.
He estado hablando con ella. Lo ve todo negro y difuminado. Siente la realidad distorsionada y oscura y tremenda. Es duro lo que está pasando, peor el no poder asumirlo. Se empeña en seguir como antes, pero la verdad se lo impide. Su mente destila rencor, como u n embalse, se llena Hasta que rebalsa y salpica a su alrededor, empapando de amargura a los más cercanos.
Sufre mucho. Y hace sufrir.
Nunca llegué a abrir los ojos, la confianza me bastaba. Lo del ángel era en gran medida, cierto. Los objetos permanecían por la noche allí , con sus colores, con sus perfiles, quietos
Lo que no era verdad era que quedará todo cubierto por un manto negro, y las cortinas se convirtieran en brujas, los almohadones en lobos y la lámpara en piratas.
Ojalá ella confiará en la luz que no puede ver, y que está iluminando, en su esencia, este acontecimiento
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