De las dos oficinas de correos más cercanas, he escogido ir hacia la que cae un poquito más lejos y en subida. A pesar del calor me compensa porque la zona queda más despejada de tiendas, colegios y sobretodo de gente.
Se trataba de enviar una caja de unos trece quilos a Málaga, intentando no cruzarme por el camino con nadie conocido. No me apetecía tener que dar explicaciones de por qué iba por la calle arrastrando un carrito de la compra, con una caja de cartón en lugar de cesta, atada a la carcasa del carro con cinturones de tela.
Pero como mandan los canones, me he cruzado con Tere. Esta chica tiene la virtud de aparecer en el momento más inesperado, dar un toque de alegría y ternura, y desaparecer.
Iba de bólido, buscando material para llevar a sus niñas de Togo y un libro de gramática española para el cocinero. Se nos vuelve a África, a dedicar sus vacaciones a colaborar.
Pero se ha parado para contarme sus vacaciones, preguntarme por mi y decirme que parezco un mendigo con mi casa a cuestas. ¡Anda, que simpática¡
Cuídala en su viaje, mi ángel. Cuida también de sus niñas
Y ya puestos, vigila a mi paquete para que llegue entero a su destino
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