Hoy sábado diez de la mañana, voy hacia la peluquería. Unas cuantas raices empiezan a ser descaradamente blancas y buscan lucirse por encima del castaño de mi pelo.
Por el camino, voy mirando las tiendas, todas en rebajas del 40, 50 y hasta el 70% . Tiendas vacias, apenas dos o tres mujeres mirando las estanterias. Se nota que ha llegado el calor del verano; todos esos brazos que entre semana revuelven las tiendas, hoy estan descansando al sol de las playas.
Entro en la peluquería y oh sorpresa, está repleta de mujeres. Cuatro de ellas van a una boda; perfectamente peinadas, alguna incluso perfectamente despeinada, con esos revoltijos de cabellos que sólo expertas manos de peluquera saben organizar. Ya han llegado a la fase final, la de maquillaje, sólo les falta cambiarse el vestido. Son compañeras de trabajos, dos muy jovencitas, dos jovenes y finalmente entra otra compañera, futura mamá, ya arreglada, vestida, peinada y maquillada, que las viene a recoger.
Mientras espero sentada en una butaca, con la bata roja sobre mi camiseta y una revista en las manos, las observo por el espejo. Hablan, rien, comentan, acarician la barriguita en donde se esconde el bebé, se lanzan piropos, retocan los labios y una saca tres pulseras del bolso para entre todas decidir cual es la más adecuada.
Se miran al espejo, piden socorro a las peluqueras, se cambian las zapatillas por los zapatos de tacón y al ratito, viendo que aún falta tiempo, vuelven a los pies las chancletas.
¡Cuanta ilusión en una boda¡ Celebrar la promesa de compañia mutua de dos amigos.
Para siempre
Habrá sonrisas y habran lágrimas.
Y para eso la promesa, para que en los momentos en los que parece que las lágrimas te ahogan y sobrevivir pasa por separar los caminos, la promesa una.
Hasta la muerte
Antes de irse una foto. O dos por si las moscas
Cuanta alegría en una boda.
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