Volvía a casa en ferrocarriles.
Eran las diez de la noche, y la claridad aunque en retroceso y con la derrota definida, aún mantenía su batalla contra la oscuridad
En el vagón, jóvenes extranjeros, de piel enrojecidamente blanca, palabras de tierras lejanas, juventud en los ojos, y sonrisa en las manos. Con camisetas y toallas, se adivina que vienen de la playa.
Las chicas con una gran rosa en la mano. O en la oreja. O enganchada a los grandes capazos rellenos de sueños
Están disfrutando de sus vacaciones
Yo, con mi piel simplemente blanca, las palabras de siempre, arruguitas en los ojos y las manos cansadas. Sin arena de la playa en los pies, ni rosa prendida en el pelo
Regresó en el mismo tren que ellos. Sin ninguno de sus accesorios, con el alma ligera y en vuelo.
Tengo lo que más quiero, dentro. Lo protejo
Vuelvo feliz
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